Carme Vaquer, Josep Maria Serra, Gabriel Benchea y Laura Fluxá.

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Para muchos la Semana Santa no deja de ser un periodo festivo, en el que se imponen las vacaciones de estudios o del trabajo. Para otros son unos días clave para estar en familia y recordar la pasión, muerte y resurrección de Jesús. El catolicismo no está de moda entre los jóvenes y adolescentes, o así lo creen algunos cristianos practicantes que llevan la fe como bandera. Sin embargo, reivindican su presencia en Mallorca y creen que es posible vivir una vida basada en esta religión en los tiempos que corren.

Josep Maria Serra, de Manacor, tiene 21 años y es el pequeño de siete hermanos. En 2018 tuvo una experiencia de Dios que le cambió la vida. Sucedió en un retiro espiritual de Effetá. «Ahí empezó mi encuentro con Jesús. Hay mucha gente mayor que me dice que qué suerte he tenido de sentirlo siendo tan joven». La Semana Santa es un periodo, dice, que «cambió el mundo. Son tiempos de esperanza porque vivimos la resurrección de Cristo. Porque después de la muerte, nos ha enseñado que hay vida eterna con el Señor». Esta intensidad no la comparte con el resto de su familia: «En casa no son tan devotos, pero a mí estas fiestas me flipan». Participó el pasado domingo en la procesión de Nostra Senyora de l’Esperança en Palma. Además, forma parte del Camino Neocatecumenal que, para estas fechas señaladas, celebra el Triduo Pascual, una ceremonia en comunidad.

Sentimiento

Suerte. Es la palabra que emplean muchos jóvenes practicantes cuando dicen que han sentido la llamada del Señor. Laura Fluxá, nacida en 2003, es una de ellas. Estudia primer año del grado en Medicina en la UIB. Su niñez y adolescencia la ha vivido bajo la fe, pero confiesa que sus creencias fueron más auténticas cuando conoció a los sacerdotes de su parroquia en Inca: Toni Vadell -que fue obispo auxiliar de Barcelona y falleció el pasado 12 de febrero-, Carles Seguí y Baltasar Morell.

Moda

Laura reconoce que «no vivo la Semana Santa como los jóvenes de mi alrededor. Para mí es una semana en la que intento recordar que Jesús sufrió en la cruz por mí y que con su resurrección nos da ejemplo de vida y su mensaje de amor que nos acerca más a él».

El pasado lunes salió de penitencia en familia. «Tengo que reconocer que a veces me cuesta pensar que el catolicismo no esté de moda. Incluso me frustra esa falta de sentido que veo en mi entorno».
Para Carmen Vaquer, de 39 años, la falta de compromiso es clave para entender que cada vez haya menos jóvenes que practiquen el catolicismo. Su creencia no vino por familia o tradición, sino desde que es profesora de Religión en un colegio público de Alcúdia. Hace pocos años que se ha ido acercando a la Iglesia, incluso forma parte del movimiento Hakuna. Carmen no se imagina una vida sin creer: «Te vuelves más empático, ayudas a los demás y perdonas más».

El Obispado de Mallorca cuenta con once seminaristas, entre ellos Gabriel Benchea, de 22 años. Está en cuarto año y su vocación viene de pequeño. Opina que «el hecho de ser una Isla, y que no se hace tanta publicidad, dificulta aproximar la fe a los jóvenes de Mallorca». A pesar de ello, asegura que hay más grupos o movimientos cristianos de los que uno se imagina. «Creo que los próximos relevos tendremos que hacer más ruido; seguimos todavía con la base de los cristianos de avanzada edad, pero no es así. Hay gente joven». En su caso, sus amigos menos devotos aceptaron su condición desde el primer momento. «Siempre he tenido el apoyo».

Como Gabriel, la mayoría piensa que el hecho de no reconocer su fe religiosa ante la sociedad es otro handicap. A pesar de que admiten la poca afluencia de practicantes en esta Comunidad, en comparación con otras de la Península, sí confían en que cada vez se comparta más esta devoción y que las nuevas generaciones den un giro a la visión que se tiene de la Iglesia.