Hablan tres testimonios que viven en el centro de acogida de La Sapiencia. | Teresa Ayuga

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José Alemán, 78 años, se pregunta si «es en esta situación donde debo estar». Como muchos, ha trabajado y cotizado toda su vida, pero las condiciones laborales nunca han sido óptimas: «Estuve a punto de vivir en la calle, pero como en ese momento tenía formación, intenté buscarme la vida». Hoy José tiene una pensión de 700 euros y no puede acceder a ningún alquiler. Las personas sin hogar son invisibles a ojos de la sociedad y de las instituciones. Así se siente y así lo ven en su día a día. Todavía hay personas, como José Alemán, que ansía una solución «para acabar mi vida dignamente».

Durante su alocución la mañana de este jueves en la Plaza de España, con motivo de la campaña 'Fuera de Cobertura', que promueve Càritas Mallorca por el Día de las Personas Sin Hogar, el 30 de octubre, dijo alto y claro: «Gracias a fundaciones como La Sapiencia, puedo vivir con dignidad». Cuando Joana Corpas Real, 58 años, se marchó a Mahón por un trabajo, una enfermedad pulmonar le llevó directa al hospital. Cuando entró en el Hospital Joan March se preguntó: «¿A dónde voy?». A Joana la dieron de alta «y no tenía casa, ni trabajo, ni nada».

Por aquel entonces, sus hijos eran jóvenes y vivían en habitaciones compartidas. En 2011 entró en Casa de Familia, de la Fundación La Sapiencia. Entró desamparada y con una enfermedad crónica. Consiguió durante un año una vivienda social, pero al finalizar su estancia, y pasar después por una habitación compartida, regresó a Casa de Familia: «Cualquiera puede verse en la misma situación en la que estoy, con una paga inferior a 700 euros y una enfermedad. Necesitamos un poco más de ayuda para salir adelante».

Salud mental y sin hogar

El área para la Pastoral Caritativa y Social del Obispado de Mallorca, que aglutina seis entidades sociales, advierten del aumento de persona sin techo y con enfermedades mentales. Son los nuevos excluidos, pero los que más necesitarían atención y condiciones dignas. Luis, de 52 años, es un caso así. Le diagnosticaron esquizofrenia con 20 años y desde entonces ha lidiado con su enfermedad de mala manera. La mañana de este jueves ha contado al público su dura historia: «Me enganché a los juegos y a la bebida y me fundí todo el dinero».

Luis sabe lo que es estar sin techo: «He estado dos meses en la calle; vivir así es un peligro, pero no tenía otra cosa». «A día de hoy, no puedo permitirme un alquiler, no me llega la pensión«, dice Luis, que desde hace cuatro años está en Casa de Familia. «Me gustaría encontrar un piso supervisado para personas como yo, pero esto tarda años. No me gustaría pasar 30 años más así».