«Querido padre:
Aunque era muy pequeña cuando te separaron de mí, tengo muchos recuerdos tuyos.
Recuerdo que siempre me decías «Colometa», y me abrazabas. Recuerdo que eras una persona muy cariñosa, no solo conmigo, también con tus padres y tus hermanas. Recuerdo que cada vez que ibas a Barcelona por trabajo me traías algún regalo. Una vez me trajiste un perrito, Lulú, blanco, precioso, que me encantó, pero poco tiempo después nos lo robaron. Aparte de estos recuerdos tengo otros muy dolorosos.
Recuerdo que poco tiempo después de que se te llevaran de casa dos hombres con uniforme, uno de ellos vino a casa y pistola en mano le dijo al abuelo: «los contratos». El abuelo me daba la mano y yo temblaba de miedo. Aquel hombre se llevó los contratos de los muebles que te había comprado a plazos y 100 duros que había dentro de la misma cajita de madera.
Fui dos veces a verte a Can Mir. Recuerdo una vez que un soldado me escondió bajo su capa
y recorrimos la prisión hasta llegar donde tú estabas. Pensaba que me cubría con la capa para que nadie me viera, pero tal vez era para que yo no viera a todos aquellos hombres encerrados allí dentro. Aquel soldado debía de pensar que para una niña tan pequeña no era una visión nada agradable.
Cuando el soldado abrió la capa habíamos llegado a la cocina de Can Mir, donde tú y otros
hombres pelabais patatas. Fui corriendo hacia ti y recuerdo que me aupaste y muy contento
me dijiste: «Colometa, Colometa». También recuerdo cuando telefonearon a casa y dijeron que te habían liberado; pero nunca volviste a casa, y a partir de aquel momento tu familia cayó en una profunda tristeza.
A mí me cuidaron muy bien, me quisieron mucho y nunca me faltó nada, pero es muy triste crecer sin el amor de tus padres. Siempre os he añorado mucho a los dos, sobre todo en los momentos más importantes de mi vida: el día de mi boda y cuando nacieron mis dos hijas. A ellas siempre les he contado muchas cosas de vosotros, cosas que recordaba y otras que mi abuela me contaba para mantener vivo vuestro recuerdo.
Mis hijas han sabido siempre la verdad de lo que te pasó, nunca les he ocultado nada.
Tengo la esperanza de que algún día me den la buena noticia de que te han encontrado y
así, de alguna manera, cerrar esta herida tan grande que siempre he llevado en el corazón.
Tu hija,
Coloma Martorell»
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