Fragmento de la entrevista a Miquel Bibiloni. | Ainhoa Sansó

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Graduado en Traducción Japonesa y Estudios Budistas por la School of Oriental and African Studies de Londres, desde septiembre de 2021 Miquel Bibiloni Pons (Palma, 1995) es el delegado del sindicato de trabajadores sexuales de Baleares OTRAS. Encabeza la lucha en las Islas por la despenalización de la prostitución.

¿Cómo definiría la prostitución?
—La prostitución es el intercambio libre y consensuado entre personas adultas a cambio de dinero u otros bienes..

¿Lo considera un trabajo como cualquier otro?
—No es un trabajo como cualquier otro, de la misma manera que ir a una mina y dejarse los pulmones negros o dejarse los ligamentos limpiando retretes en hoteles, como hacen las kellys, tampoco lo es. Un trabajo se define como una fuerza física o intelectual a cambio de capital. Con la prostitución, la diferencia es que hay un componente sexual y estamos en una sociedad completamente moralista y puritana, que tiene problemas con el sexo.

¿Hasta qué punto sería ético legalizar una práctica que cosifica personas?
—Los trabajadores sexuales cuando quedan con un cliente no están tirados en el suelo como objetos de usar y tirar. De media, el sexo son entre cuatro y siete minutos. Una buena parte del servicio es charlar, entran en juego muchos aspectos como el componente emocional.

¿En qué lugar queda la dignidad personal cuando hablamos de prostitución?
—Aquí entramos en un tema filosófico. Yo no considero que una persona que trabaja con su cuerpo, independiente de la parte que utilice, sea indigna. Que yo utilice mucho o poco mis genitales o para qué los utilice no es indicativo de mi dignidad como persona. Cada uno entiende la dignidad de distinta manera. ¿Es digno que paguen siete euros la hora por limpiar el culo a los abuelos de una residencia?

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¿Es la prostitución el última opción?
—No. Esa visión es victimizante e infantilista. Muchas mujeres no quieren meterse en la prostitución no por la actividad en sí, sino por el estigma que acarrea. Compañeras del sindicato me han contado que para ellas era más duro no quedar con un desconocido por dinero sino el pensar: «¿Qué estaría pensando mi madre?». No se puede generalizar en ningún sentido, ni a favor ni en contra. Cada caso es un mundo y tiene que haber libertad y alternativas realistas para quien lo quiere dejar, que lo deje y quien quiera seguir, que siga.

¿En qué beneficiaría la despenalización?
—Es el único modelo que garantiza el acceso a la justicia, a los derechos humanos y a la salud a los trabajadores sexuales. El abolicionismo [prohibir la prostitución con leyes punitivas hacia el cliente] ha tenido un efecto contrario al deseado. En los países en los que se ha optado por la criminalización del cliente, como en Francia, este acaba teniendo más poder (al correr riesgo de multa aumentan sus demandas) y aboca a los trabajadores sexuales a la clandestinidad y mayor desprotección. La postura abolicionista es acientífica, porque hace afirmaciones que los datos no demuestran y, tal como lo entiende el PSOE, es violencia de género, porque aumentan los robos, las agresiones y las violaciones hacia los trabajadores sexuales. Queremos menos prohibición y más derechos.

¿De las fuerzas políticas actuales, cuál es la más cercana y lejana a la despenalización?
—Antes, el único partido a favor de la despenalización era Ciudadanos. En Baleares hemos hecho ronda con casi todos los partidos, salvo con PIB y con Vox. Més, el Pi y el PP están tratando el tema de forma interna, pero los vemos cercanos. Tenemos que afianzar la posición desde cada ángulos.
¿La despenalización conllevaría a una normalización y mayor accesibilidad?
—Los datos no apuntan a que haya un efecto llamada. Un informe de la Universidad de Wellington, en Nueva Zelanda, estudió el efecto de la despenalización de la prostitución en 2003. No encontraron ningún aumento de las personas que ejercen la prostitución. No hay más ni hay menos prostitución dependiendo de qué estado legal tenga en ese país. Lo que hace la legislación es que se ejerza en unas condiciones más beneficiosas para la persona que lo ejerce o en una manera más clandestina, sujeta a explotación, ataques y a crimen.

¿Por qué no se reunieron con PSIB y Vox?
—Ninguno de los dos partidos está dispuesto a dialogar este tema. De hecho, desde el PSIB Silvia Cano me llamó proxeneta. Los socialistas tienen una postura completamente abolicionista. Vox en una terulia en Canal 4 dijeron que legalizar la prostitución era como vender un dedo.

¿Son compatibles la despenalización de la prostitución y la lucha contra la trata de personas?
—Precisamente. el principal argumento del PSOE es que 9 de cada 10 prostitutas son víctimas de trata. Y no es verdad. Un estudio de la ONU de 2010 establecía que las víctimas de trata eran un 14 % del total de las trabajadoras sexuales de la Unión Europea. Prostitución no es igual a trata, pero como en otras actividades económicas, como en la agricultura o en el mundo circense, existe porque hay un lucro.

¿Acabaría la despenalización con la trata?
—No. Se acaba con la trata con políticas migratorias, porque depende de la necesidad de una persona de emigrar de punto A a punto B.