«Tengo ideación suicida desde los 15 años. Cuando ni lo pienso me viene la depresión, como el lobo cuando acecha al cervatillo. Siempre me ha acompañado este pensamiento, pero a mi edad [más de 60] no vale la pena hablar de suicidio, ya iré al cementerio cuando me toque».
Cuando Mercè Picornell, profesora de Lengua y Literatura Catalana en la UIB, volvió a las clases tras el confinamiento quiso hacer algo diferente, más creativo, y propuso a sus alumnos realizar un taller literario junto a los pacientes del área de salud mental del Hospital de Inca. Parte del resultado podrá adquirirse en las librerías a partir de la semana que viene bajo el título Mostram monstres. Y este miércoles en el campus, ya se pudo ver una avanzadilla de esta «investigación creativa sobre el miedo», en formato teatral, con motivo del Día Internacional del Orgullo Loco que será el próximo domingo.
El fragmento inicial de este reportaje es el de una de las intervenciones. Es también la historia de un activista de La Nostra Veu, la asociación balear de usuarios de salud mental y familiares. De alguien que explica, sin facilitar su nombre «por cosas de familia», que «esto nace dentro de ti», que «es como estar en un pozo del que quiere salir y aunque rascas con las manos, no sales».
En cada intervención se libera un monstruo, se explica, se le da vueltas o trata de encajarse porque aunque a muchos no les guste verlo así, el teatro, el taller y también el libro editado roza muchas veces lo terapéutico. «El monstruo es el mundo en el que vivimos», dice otro de los protagonistas, o activistas, o usuarios. «Me gustaría decirles que soy buena persona. Me gustaría un mundo con más amor y menos monstruos. Yo no soy ningún monstruo».
El psicólogo del Hospital de Inca, Xavier Delgado, se convierte también en actor de esta experiencia narrativa en la que «vimos que la gente ponía el corazón, que se abría, fue bonito». Maria Magdalena se presenta, tal y como lo hizo en el hospital cuando acudió en pleno confinamiento, y da las pautas para que te tomen en serio. «Necesitas fealdad porque con este tipazo dirán que no tengo nada», explica con humor. «Necesito una voz dulce, de niña buena, porque enfadada no funciona, demasiado empoderada», añade. «La extrema delgadez o el sobrepeso no sirven. Tampoco digas que comes», prosigue. En su caso, «sólo quería ansiolíticos para dejar de ver sufrir a mi madre», se le entrecorta la voz.
En el acto de ayer se recordó que todas las personas son vulnerables; que no hay una línea divisoria entre quien sufre un trastorno mental y el resto de la sociedad; que la mitad de las consultas en los centros de salud están relacionadas con depresión, estrés o ansiedad; y que de la locura debe verse el lado positivo para dejar de menospreciar.
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