Pedro Pizá produce en la marina de Llucmajor de forma artesanal un producto exquisito, sin aditivo alguno y calificado de oro negro. | José Sevilla
«Esta es una afición de años. En esta ocasión, he tomado el relevo de mi padre, Tomeu, que falleció el pasado 31 de mayo, una persona que amaba a las abejas y cuidaba desde 2013 de unas 30 cajas en el sur de Mallorca». El apicultor Pedro Pizá, de 47 años de edad y que durante diez ayudó a su progenitor en este trabajo del campo, extrajo, el pasado 1 de julio, la miel de las cajas ('caeres'), legadas por su padre, situadas en diferentes fincas de Llucmajor. «Este año ha sido un poco más flojo que el pasado. Ha habido pocas lluvias y a destiempo, lo que ha provocado que hubiera menos flor y, por tanto, las abejas han elaborado menos miel», indica.
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