Alejandro Sáenz de San Pedro posando en su despacho de la Conselleria d'Empresa, Ocupació i Energia.

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El nuevo conseller d'Empresa, Ocupació i Energia ha aterrizado con un conato de incendio en el sector de lavanderías. Alejandro Sáenz de San Pedro (Valencia, 1965), hasta hace nada director de la Asociación de Industriales de Mallorca, insiste en el diálogo entre patronales y sindicatos y en que «hay que ponérselo fácil a la empresa, porque es el motor de la economía».

Tutelaron el conflicto de las lavanderías pero desde la barrera. ¿Van a mantenerse al margen en las negociaciones entre patronales y sindicatos?
—Ha sido un acuerdo bueno para todos y se ha respetado que la negociación fuera en el Tamib y solo entre las dos partes. Nosotros tenemos que estar solo tutelando y poniendo los medios adecuados para que se llegue a acuerdos, pero no podemos intervenir directamente. Ni lo hemos hecho ahora ni lo haremos en el futuro.

Récord absoluto de ocupación en julio, reducción de la temporalidad incluida por la reforma laboral. ¿Puede decir que la herencia recibida es buena?
—La reforma laboral no ha sido solo para Baleares, es un tema nacional y aquí ha evolucionado de forma muy distinta. Tenemos unos condicionantes muy diferentes, por lo que achacarlo todo a la reforma laboral... El éxito es fundamentalmente por el tejido empresarial, la calidad del destino o el diálogo entre los agentes sociales para llegar a acuerdos. Son muchas variables.

¿Aspira a bajar la tasa de desempleo?
—Son niveles de desempleo muy buenos, pero creo que podríamos bajar por debajo de un 4 % o un 3,5 %... No sé si es posible, porque al final es un porcentaje de una población que está creciendo. Alargar la temporada sería también importante.

¿Bastará con más formación para acabar con el problema de la falta de mano de obra?
—Es básica, sobre todo la formación dual, con alternancia de formación teórica en el centro y prácticas en la empresa. Hay que impulsarla y sobre todo ponérselo muy fácil a la empresa: la tramitación administrativa para que una empresa coja a un estudiante en prácticas es excesiva.

¿Qué tiempos maneja para que esa inversión dé sus frutos?
—Una de mis prioridades a corto plazo es inaugurar el centro de formación de L'Embat, que debería haber ido mucho más rápido. La obra lleva mucho tiempo en marcha y necesitamos que lo haga lo antes posible. Estoy viendo muchos centros que deberían estar terminados y no lo están.

Estamos por debajo de los 30.000 parados, pero las necesidades empresariales superan esa cifra: seguirán faltando temporeros que no pueden venir por el precio de la vivienda.
—Con la gente de fuera tenemos el inconveniente de la vivienda, por lo que hay que ampliar el parque habitacional. Hay empresas que quieren poner en marcha proyectos y no pueden por falta de mano de obra porque nadie quiere venir aquí. Es un problema muy transversal y tenemos que crear el clima adecuado para que la gente pueda venir.

Insiste mucho en el sector náutico. ¿Es donde más carne se va a poner en el asador?
—Tenemos muchos kilómetros de litoral y nuestra industria náutica es muy potente. Será un eje principal, pero en el sector del transporte también hay muchas necesidades: no se encuentran transportistas y ese también es un sector estratégico. El comercio también nos está pidiendo más formación. Hay que dar respuesta a las necesidades del mercado y sobre todo a aquellas disciplinas novedosas, como mecánicos de vehículos eléctricos.

Algunos empresarios aseguran que la pandemia y los ERTE cambiaron la mentalidad de los trabajadores y cada vez aguantan menos en un puesto de trabajo. ¿Vivimos otra Gran Dimisión?
—Es verdad que la pandemia ha trastocado muchos hábitos y costumbres. Cada vez se está valorando más el tiempo libre, el ocio y una serie de intangibles, sobre todo en los jóvenes. Creo que eso ha llegado para quedarse. Muchos departamentos de recursos humanos ya lo saben e incorporan esos intangibles en la negociación con los trabajadores. El mundo ha cambiado y las empresas están interiorizando esos intangibles para fidelizar más a sus trabajadores.

La temporada turística está siendo al menos tan buena como la pasada pero con una menor presión inflacionista que encarezca los costes de actividad. ¿Va a ser más rentable para las empresas?
—No lo sé. Sigue habiendo un problema logístico: vivimos de una economía de servicios que lleva asociado un entramado logístico para dar cobertura a todo eso. Y las empresas deben hacer más acopio de material para responder a las necesidades de sus clientes. Vivimos en un entorno cada vez más interrelacionado.

Viene del mundo de la industria. ¿Cree en una regeneración del sector que reduzca la dependencia del monocultivo turístico?
—Baleares es una economía de servicios. Hace 60 años, cuando se crearon los polígonos, la economía balear era más industrial y agraria que otra cosa. Aquí constituye un 5 % de la actividad, por lo que no podemos ser el País Vasco, pero hay que incrementar ese porcentaje. Hay que recuperar actividades industriales que se han ido perdiendo porque lo sabemos hacer, aunque sin dejar de ser una economía de servicios.

¿La movilidad eléctrica sigue en pañales en las Islas?
—La red de recarga que tenemos es muy mejorable y tenemos una gran oportunidad en Baleares para ser un referente mundial en el despliegue del vehículo eléctrico. Vamos a hacer un diagnóstico de toda la red de puntos de carga para ver dónde podemos mejorarla y cómo ampliarla. Lo que necesitamos es dar garantías de que se puede recorrer la isla con tranquilidad de poder recargar.