La doctora Marta del Pino junto a un grafiti en Palma

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Entre la política y el individualismo. Entre la reivindicación y la técnica. Entre el arte y el vandalismo. El grafiti se trata de un fenómeno complicado de categorizar. Mientras que ciertas personas consideran que se trata de un acto vandálico problemático ya que puede llegar a afear o arruinar zonas privadas o con relevancia urbanística, otros piensan que sus implicaciones artísticas son lo suficientemente palpables como para valorar esta actividad como tal. Esta es la dualidad en la que se encuentra Marta del Pino, artífice del artículo «Grafiti e Intervención Urbana en Mallorca», la primera tesis doctoral en estudiar el grafiti en Mallorca de manera local.

«Yo estudiaba en Madre Alberta, y siempre recuerdo que, al salir de clase, veía esos grafitis en las paredes y, tras el paso de los años, la gente no suele valorar esta actividad como una expresión artística. Mi motivación para estudiar este movimiento viene de lejos». Según explica Marta, existen dos tipos de grafiti: el primero, el que define como una «pulsión de pintar» y que el grafitero realiza por «individualismo y egolatría». Es decir, son aquellos que solo tienen significado para el propio autor y que no tienen el objetivo de apelar a otras personas. « Es un juego entre pocos participantes», resume la autora.

Ejemplo de grafiti

Sin embargo, Del Pino también habla de otra forma de esta actividad que ella denomina como «Arte Urbano». A diferencia de los grafitis convencionales, el arte urbano lleva a sus espaldas la carga de un mensaje que «espera ser completado por el observador». Es, por así decirlo, una forma que tienen los grafiteros para mandar un mensaje y que las personas que pasen se paren a reflexionar, sea que estén de acuerdo o no.

Ejemplo de Arte Urbano

«Estas categorizaciones no son oficiales ni mucho menos, pero ha sido la mejor manera que he tenido para clasificar lo que he podido ver en Mallorca», explica Del Pino, a lo que añade que, mientras los grafitis se han mantenido lineales al cabo del tiempo, es decir, las temáticas y la cantidad de ellos se ha mantenido estable, sí que ha observado un auge del arte urbano en cuanto a su viraje político: «Va fluctuando. Según la época en la que estamos, el arte urbano va virando por lo general a los temas políticos a los que nos estamos enfrentando. Se ve muy claro con los temas del alquiler o la masificación turística».

El primer catálogo de grafitis de Mallorca

Este estudio, además de lograr analizar e identificar las claves de este movimiento cultural en Mallorca por primera vez en el ámbito académico, también ha logrado un hito que hasta el momento no se había realizado: la creación de un catálogo gráfico de grafitis y arte urbano en toda la isla. «En el catálogo que adjuntamos a la tesis hemos puesto un total de 3068 imágenes. Sin embargo, cabe notar que descartamos muchísimas más por cuestiones técnicas y porque no era viable adjuntar algo más grande». En total, Palma es la zona de Mallorca con más grafitis registrados con un total de 2730, seguido por Marratxí con 129 y después Inca con 102.

Según Del Pino, el reto de recopilar un archivo tan grande no vino a raíz de localizar los grafitis, sino del largo proceso de fotografiado y documentación inherentes en el mismo ya que, al ser una investigación de calibre académico, debían de tomar imágenes de calidad. Y es que en cada uno de los ficheros de cada grafiti queda registrado, de saberse, su autor, la técnica de dibujado usada, el momento en que se hizo, la localización de la obra, la transcripción de la misma, su soporte e incluso observaciones adicionales sobre su temática o el estado de deterioro.

Toda esta información no la podría haber conseguido sin los grafiteros que se han prestado a entrevistase con ella, lo cual no ha sido nada fácil. «En el mundo del grafiti, el anonimato es ley. Hay algunos que se han ofrecido a hablar conmigo, pero la mayoría o se desconocen la autoría o no han querido entrevistarse, lo cual entiendo perfectamente porque muchas veces la gracia reside en precisamente desconocer al autor. Además, muchos de ellos tenían miedo de dar la cara por la legalidad de su actividad».

Del Pino confiesa que ve su trabajo como una forma de poner en valor una forma de arte al que no se le ha hecho suficiente caso y que, a pesar de su «conflictiva relación con la legalidad», se trata de una práctica que no debe ser subestimada, ya que ha podido observar la suficiente técnica y compromiso en el grafiti para que pudiera ser planteado como otra forma de arte: «Al final, el grafiti es otra forma de conocer la ciudad porque precisamente le da personalidad. Muchos grafiteros con los que he hablado tienen el suficiente sentido de la ética para saber que en ciertos sitios no se pinta, además que, al igual que los artistas, le dan importancia a elementos como el bocetaje, la crómatica y el estilo». De esta manera, la autora tiene la confianza de que su trabajo sea la primera piedra en el camino de la investigación académica de esta actividad y de esta forma seguir ampliando el catálogo que ella misma inició: «Ojalá la gente fuera más consciente del arte que hay por la calle».