Manuel Hernández de León y Pedro Prieto, escondidos para hacer fotos.

TW
0

Se nos acaba de ir Manuel Hernández de León. La noticia nos la dio al rato de su partida otro amigo de ambos, Bernardo Paz, que al igual que Manolo -así le llamábamos todos-, se ha pasado más de la mitad de su vida cubriendo los veranos reales en Mallorca.

A Manolo lo conocí en uno de esos veranos… Si mal no recuerdo, al siguiente del que siguió al del 23 F, fecha que nos marcó a todos y muy particularmente a él, ya que ese día, y en la hora que Tejero, pistola en mano y su tropa pegando tiros al techo del hemiciclo del Congreso, en plena votación para elegir al sucesor de Adolfo Suárez, él estaba allí, haciendo fotos. Haciéndole fotos al coronel golpista de la Guardia Civil, concretamente de cuando, pistola en mano, entra y mira hacia arriba, dónde estaba él. Esa imagen, junto con las que hizo su colega, Manuel P. Barriopedro, dieron la vuelta al mundo, y consolidaron más en este a la Agencia EFE, medio para el que trabajaban ambos.

Cuando hablábamos de este episodio, y le decíamos que ahí le echasteis un par de huevos, Manolo respondía que no, «que hicimos lo que también hubieras hecho tú, o cualquier otro fotógrafo, estando allí: hacer la foto. Y es que ese es nuestro trabajo».

Naturalmente, Manolo, antes de ese momento, ya era conocido por sus trabajos. No olvidemos que durante muchos años acompañó a los Reyes en todos los viajes que hicieron, sobre todo los del extranjero, y que también se embarcó en el Sebastián Elcano cuando el príncipe Felipe, a la sazón guardiamarina de la Armada, estuvo haciendo las prácticas en él. Por cierto, el Príncipe no se lo puso nada fácil, «pues procuraba evitarme, por lo que, hablando con el almirante, tuvimos que llegar a un acuerdo para hacerle las fotos, porque si no, es que no había manera», explicaba.

Por eso, no nos extrañaba que cuando se encontraban en verano, o Semana Santa, en los pantalanes del Club Náutico de Palma, no solo se saludaran, sino que le llamaran por su nombre, y al decir llamaran pienso que lo hacían porque tanto los Reyes como sus tres hijos, sabían quién era, como, por ejemplo, el Rey también sabía quién era Tomás Monserrat y por eso, cuando le veía, si se terciaba, le llamaba Tomás. O como al colega, Willy Soler, a quién también conocía, también le llamaba por su nombre. No cada vez que se cruzaban, pero si de vez en cuándo..

He de reconocer que Manolo y yo, además de colegas, fuimos amigos, aparte que le agradezco mucho que me enseñara a fotografiar en las largas distancias, cuando el muñeco -como decía otro colega, y amigo, Antonio Catalán, desaparecido también- estaba a tomar muy lejos. De Tomás Monserrat y Joan Torres también aprendí mucho, tanto que gracias a ambos no solo hice fotos para mis reportajes sino que me enseñaron a revelar los carretes, por lo cual les estoy muy agradecido.

Manolo no era muy alto, pero lo de ser más bien bajo de estatura, no era complejo para él. «Mientras tenga una escalera cerca, o unos escalones, o una pendiente por la que pueda trepar, de complejos, nada». Y de eso doy fe. Es más, más de uno nos solíamos colocar cerca de él a la hora de hacer el trabajo, pues sabíamos que si se había puesto ahí, era porque desde ahí se hacía la buena foto.

Manolo, por trabajar tantos años cerca de la Casa Real, conocía a todos los escoltas, pero no por eso conseguía la información. Todo lo contrario, entendía su trabajo, que, precisamente, no era el de dar información a los fotógrafos sobre donde iba a ir los Reyes. Él se informaba por dos razones: por estar todo el día en la calle y por la intuición que tenía. Lo digo porque el primer año que llegaron los Príncipes de Gales a Mallorca, de vacaciones, la mayoría que seguíamos el tema nos pusimos en la puerta de Marivent para verlos llegar en la furgoneta que conducía el Príncipe Felipe, y luego, y una vez que entraron, trasladarnos a la curva que hay poco antes de llegar al Castillo de San Carlos desde donde se divisa Marivent. Pero no; no salieron al balcón, ni a ninguna de las terrazas, sino que lo que hicieron fue, una vez cambiados de ropa, con el Príncipe Felipe y su madre, la Reina Sofía, embarcarse en el Fortuna para seguir La Copa del Rey de Vela en la que participaban el Rey Juan Carlos, su hija, la infanta Cristina, y el Príncipe, que como esa tarde había tenido que ir al aeropuerto a buscar a Lady D e hijos, se había quedado en tierra.

Ante este panorama, como pudimos, advertimos a los compañeros que seguían la regata desde el mar, que iba hacia el campo de regatas el Fortuna con los invitados, mientras muchos subíamos a los coches, dispuestos a seguirle donde fuera. Porque seguro que, tras ver la salida de la regata, irían a algún sitio, a bañarse, como así fue. Y fue dónde nos imaginábamos, en lo que llamábamos la cala militar. Desde la costa seguimos al yate real, que más que navegar, volaba, parándose en la cala en cuya parte alta estaba una batería de Artillería de costa. Nosotros, desde las rocas, tras habernos metido en territorio militar, veíamos el Fortuna, que había fondeado muy lejos, por lo que la visibilidad no era muy buena. Sí, oíamos las voces de los que iban a bordo, seguramente algunos ya en el mar, pero nosotros, lo que se dice ver pues muy poco. ¿Y que pasó? Pues que, de pronto, sin saber de dónde salió, vemos que una lancha, a toda velocidad, se dirige al Fortuna, pero pasa de largo y se pierde por detrás de las rocas de la derecha, en dirección a Andratx. ¿Habéis visto?, se preguntan algunos. ¿Quién iba en la lancha?, preguntan otros. ¡Manolo!- se me escapa el nombre. ¿Manolín, el de EFE?, pregunta una colega. «Creo que sí, que es Manolo. Por eso nos podemos ir, ya que él tiene la foto. Porque, a ver… ¿dónde está Manolo? ¿Le habéis visto en la puerta de Marivent, en la curva del Dique del Oeste? No, ¿verdad? Y no le hemos visto porque estaba ahí abajo, amatojado en una lancha, la que hemos visto salir como una flecha en dirección al Fortuna».

¿Qué por qué deduje que era Manolo? Pues porque días antes me estuvo preguntando si conocía a alguien que tuviera una lancha. No, le dije. «Pedro, una barca es necesaria ante lo que se avecina». Se refería a los Príncipes de Gales, con una altísima cotización en el marcado periodístico mundial.

Nos quedamos un rato largo allí, hasta que todos decidimos marcharnos. Cuando llegamos al diario, tras pasar por el Club Náutico por si había algo, Pedro Comas, el director, nos dice que Efe ha mandado unas fotos de Lady D con sus hijos, bañándose en una cala. Al día siguiente, cuando nos encontramos con Manolo, le dimos la enhorabuena. Que menos, ¿no?

Y al anochecer del día que Lady Di, Charles y sus hijos, junto con los Reyes, fueron a Cabrera, tras habernos dejado hacer foto a la salida, sesión en la que Diana se situó en la proa del Fortuna, como diciendo, ¿no queréis fotos? ¡Pues venga, hacedme fotos! Fotos que al día siguiente estaban en la mayoría de diarios y televisiones del mundo.

Porque entrada la noche me llama Manolo. «Tío, mañana nos vamos a cagar todos cuando veamos a los príncipes de Gales, con sus hijos, en bañador, bañándose en Cabrera… Sí, uno periodistas ingleses alquilaron un barco, fondearon no muy lejos de donde suele amarrar el Fortuna y se pusieron ciegos haciendo fotos a quiénes iban a bordo y luego, en el agua». ¿Cómo lo han hecho?, le pregunté al colega. ¿Tú sabes lo que es un scanner? -me preguntó, y sin dar tiempo a que respondiera-, pues esos tíos, que todos llevan un scanner, a través del cual, entrando en el canal de los maderos ingleses, escuchan que dicen que van al día siguiente a Cabrera y alquilan el barco, llegan ellos antes, se posicionan y al rato de amarrar cerca de ellos el Fortuna, se vuelven locos haciendo fotos a todo lo que se mueve en cubierta y en el agua. Cuando ven que ya tiene el material, seguro que lo guardan a buen recaudo, cargan las máquinas con carretes sin utilizar por si llegan los escoltas y le preguntan, dárselos».

Al día siguiente vimos en los diarios ingleses las fotos de los Príncipes de Gales en Cabrera, en bañador, junto a la de Lady Di en la proa del Fortuna, y a la mañana siguiente Manolo -que me dijo que a partir de hoy, en Cabrera los barcos van a tener problemas para fondear- y yo, teníamos un scanner, como en días sucesivos los irían adquiriendo otros colegas -yo lo compré en una tienda de la Plaza de las Columnas-. A la semana salió un decreto en que se prohibía el acceso y amarre en las proximidades de dónde paraba el Fortuna en Cabrera, prohibición que se hacía extensiva a todos los barcos que llegaban a la isla.

Y así era Manolo. Currante, intuitivo, peleón, pero buen colega, al menos conmigo. Puede que alguna vez alguien se mosqueara con él o él con alguien, ya que lo de ser paparazzi conlleva eso. Pero al rato, todos amigos.

A mi, ahora, se me ocurre pensar en la que se puede montar a nada que Manolo se reúna en el cielo con los que fueron colegas suyos: Antonio Catalán, Juanjo Vega, Ramón Rabal y Sergio Rodrigo, que partieron antes que él. Yo es que los imagino montando una agencia de prensa… Caelum Press, por ejemplo.