En la imagen de la izquierda, el expositor del que han salido los décimos volando; a la derecha, Sebastià Roser tras entregar un importante premio poco después de estrenarse en este trabajo.

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A Sebastià Roser, mallorquín natural de Palma y vendedor de la ONCE en Santa Maria, no le importó ni la violenta descarga de lluvia ni empaparse de pies a cabeza; y ni siquiera verse arrastrado por un vendaval que le llevaba a él también, a pesar de su corpulencia. «Lo pasé mal de verdad, se formó una especie de embudo y me empujaba a mí que soy un tío grande y peso más de 140 kilos, me fue imposible coger el carrito, salió disparado». Se refiere a su maletín, ese artilugio verde con ruedas que los vendedores de la ONCE portan repleto de cupones. El mayor de los tesoros y la mayor de las responsabilidades para cualquiera de estos trabajadores: «necesito ayuda, esto que me ha pasado puede ser un desastre», narra compungido.

La culpa la tiene la DANA de este miércoles. Sebas comenzó por la mañana su jornada habitual frente a la vía principal de entrada al municipio de Santa Maria, donde se establece para vender décimos a vecinos y turistas. «Empecé a ver que la cosa se ponía fea y me resguardé un poco en la terraza del bar, que estaba cerrado por descanso del personal; y de repente, en cuestión de minutos, se levantó un vendaval impresionante», explica el cuponero.

El vendedor se encontraba justo en este punto cuando han ocurrido los hechos

Su maletín con ruedas salió disparado hacia la parte exterior de la terraza, donde el mobiliario estaba asegurado con hierros y atado para que no volase por las fuertes rachas del temporal, «con tan mala suerte que el carrito se ha golpeado contra los muebles y las puertas se han abierto, ahí he visto salir los cupones volando». Sebastià ha salido detrás, aunque el viento se lo llevaba a él también. Afortunadamente, los dueños del restaurante cerrado, Ca'n Cannoli, se encontraban en el interior limpiando y han salido en su ayuda, como también una de las jóvenes del supermercado. «Nadie más ha salido, no se podía, el viento soplaba muy fuerte, parecía un cap de fibló», describe el afectado.

De hecho, su angustia es lógica. Decenas de décimos para la noche del jueves y para el 'cuponazo' del viernes, han salido volando y se han alejado rápidamente flotando en el aire llevados por la tormenta. «A saber donde están ahora. Habrá décimos volando por todo el pueblo», cuenta preocupado. Según sus primeros cálculos, habría perdido, al menos, 20 de los de 2€ de valor y entre 20 y 30 más de los valorados en 6€, por lo que ahora mismo su racha de mala suerte le supondría tener que abonar unos 200€, «pero ése no es el problema, ¿y si toca?», se pregunta.

Imagen del maletín abierto y los huecos de los numerosos cupones que han salido volando por el viento

Cualquiera podría pensar que eso no es posible, pero no en el caso de Sebastián. Durante el 2023 sufrió un ictus que le alejó para siempre de su profesión, en el sector del transporte; en noviembre entró a trabajar en la ONCE, «y tan sólo 30 días después, di el Gordo». Repartió más de 20.000 euros a cada vecino premiado. La clave está en que, si eso volviera a repetirse, Sebastián podría encontrarse ante un grave problema.

«No sé si la ONCE se haría responsable, sé que si fuera un robo, sí; pero con un accidente como este, no lo sé. Dios sabe cuántos décimos han volado. Hay testigos, no estoy preocupado por eso, pero si toca; me gustaría que se pensara en estas cosas que nos pueden ocurrir a mí o a cualquier compañero, trabajamos en la calle y esto puede pasar», advierte. Su mostrador también se ha roto, aunque eso sí le han confirmado que podrán arreglarlo; en cambio, los cupones perdidos le quitan el sueño. «llevar un décimo en la mano es como tener un cheque al portador, imagínate que toca, y alguien se encuentra uno, o una tira entera que también han salido volando, lo ingresan y se acabó, ¿y qué pasará entonces», continúa angustiado.

El vendedor espera que los décimos voladores vuelvan a sus manos y pueda seguir ejerciendo su nuevo trabajo con normalidad

Sebastià, que aún puede conducir, ha cogido el coche para ir tras los décimos pero no los ha localizado todos. «La gente que ha salido a ayudarme me gritaba al irme: 'ya tengo tres' y yo contestaba que me los guardaran, imagina si tengo confianza con mis vecinos». Sebastià sabe que la gente del pueblo le aprecia y eso mantiene viva su esperanza. «No sé como solventar este problema, he hablado con la Policía Local y sé que si alguien encuentra algo, me avisarán». El cuponero conserva la fe y por ello ha decidido compartir su historia públicamente. No me digan que, si todo resulta bien al final, no podría ser el mejor anuncio de la Lotería de Navidad que habrían hecho nunca.