Pedro Obrador, ante el escenario de los trágicos hechos. | P.O.

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Aquel fatídico 1 de septiembre de 2004 la escuela de Beslán, en Osetia del Norte, abría sus puertas tras las vacaciones de verano. Los niños de aquella pequeña ciudad del Cáucaso acudían a la escuela de la mano de sus padres o abuelos. Todavía hacía calor. De repente, un comando islamista formado por terroristas chechenos asaltó el pueblo y desató el infierno en Beslán. Los hombres fueron fusilados y cientos de escolares y sus madres fueron hacinados en el gimnasio del colegio, rodeados de bombas. Días después, cuando las tropas de Putin tomaron el recinto se entabló una carnicería que se saldó con 334 muertos, de los cuales 186 eran niños.

Veinte años después, el aventurero mallorquín Pedro Obrador –que ha recorrido los países más peligrosos del mundo y ha visitado algunas repúblicas exsoviéticas– ha entrado en la escuela de Beslán, el pueblo marcado para siempre por la masacre. «Para llegar allí, una vez que estás en Osetia del norte, que es una de las repúblicas autónomas, pagas un minibús muy económico, que te deja en la carretera. La guerra ha enturbiado mucho la imagen de los chechenos u osetios, pero una vez allí, si ven que los respetas son gente muy amable. Nada más preguntar por la escuela, un hombre mayor me cogió de la mano y me acompañó hasta allí», explica a Ultima Hora Obrador.

«La escuela está operativa y entre las instalaciones está el pabellón de gimnasia, donde ocurrió la masacre, que lo han dejado tal cual, como un memorial. Los alumnos, cada día, pasan por delante y lo ven. La visita es muy conmovedora. Los que tenemos cierta edad recordamos perfectamente la carnicería. Siempre que ha habido un secuestro y actúan las fuerzas especiales rusas no sabes si es peor estar secuestrado por terroristas o que te vengan a rescatar los rusos, porque siempre acaba en un baño de sangre.

Beslán es una ciudad anclada en el pasado. Hay estatuas conmemorando las victorias rusas en la Segunda Guerra Mundial, es como viajar en el tiempo. Una mezcla de decadencia soviética con la nueva era rusa», indica. «Siempre en los viajes intento ir de perfil bajo, vestido muy normal, para pasar inadvertido, y sin nada de valor. La hospitalidad del Cáucaso es milenaria, me sentí muy cómodo. Te enseña las dos caras del alma humana. En el pabellón de Beslán te das cuenta de que las familias tienen fuertes vínculos con lo que pasó allí. Se arrodillan, todos rezan, es un ambiente muy sobrio. Recuerdo que un perro callejero dormía allí, ajeno a todo. Hay letreros, memoriales, carteles para que la gente se enrole en el ejército, pero al mismo tiempo es una sociedad sin un sentido crítico contra el Gobierno. No quieren problemas».

Obrador, que ha vivido situaciones extremas en lugares recónditos de todo el mundo, quedó horrorizado por la historia de Beslán: «Me contaron que ese día del 1 de septiembre de 2020 los terroristas tomaron 1.100 rehenes en la escuela. La confrontación con las fuerzas de seguridad rusa duró tres días. Los terroristas fueron eliminados en su totalidad, pero para liberar al resto murieron 334 rehenes. Es una de las peores carnicerías recientes».