Marina Aguilera junto a Sylvana, el águila harris que la ha acompañado en su viaje en la cetrería. | M. À. Cañellas

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Poco debate hay sobre el poder que pueden llegar a ejercer los animales en nuestra salud mental y emocional. Y no solo como mascotas, sino también como fieles acompañantes en procesos psicológicos en los que su mera presencia puede influir enormemente en nuestro estado anímico: lo que se conoce formalmente como Intervenciones Asistidas con Animales (IAA). De esta forma, aunque las terapias con perros o equinos suelen ser las más frecuentes en este campo, Marina Aguilera, cetrera y protagonista de esta historia, realiza intervenciones psicológicas con unos animales muy especiales: las aves rapaces que cuida en su finca de Algaida, que van desde águilas harris, una lechuza e incluso un búho real.

«Realmente entré en el mundo de la cetrería como aficionada sin demasiadas pretensiones. Antes de comenzar el proyecto ya tenía un interés personal por las aves rapaces, y tuve la suerte hace unos 13 años de comenzar a aprender de cetreros profesionales. Se trata de una actividad un poco complicada de cultivar porque no existen cursos y el mundo es algo cerrado. Sin embargo, comencé a formarme en educación y gestión ambiental, después en IAA y en 2019 decidí darle una forma más profesional con el proyecto Vuelo Alto». Para quien no lo sepa, la cetrería se trata del arte de criar y domesticar aves rapaces como águilas o halcones generalmente para la caza. Sin embargo, con el paso del tiempo, Aguilera comenzaría a darse cuenta de que esta actividad puede ir mucho más allá de ese propósito y que puede entrelazarse con otra de sus grandes pasiones: la salud y el bienestar emocional.

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Marina Aguilera y Sylvana, su fiel compañera en la cetrería por más de diez años. Foto: M.A. Cañellas.

«A pesar de que en ningún momento hice ningún tipo de terapia con las aves, sí que es cierto que estar en contacto con ellas y crear un vínculo fue muy enriquecedor y a nivel personal fue un crecimiento emocional brutal». Fue de esa forma que, observando los grandes resultados que había experimentado ella misma sin tan siquiera hacer ninguna intervención psicológica per se con sus aves, comenzó a investigar métodos terapéuticos que puedan armonizar con ellas y con seguir algo similar a lo que ella había vivido: «Al final era buscar la forma de ayudar a los demás con los métodos que al menos a mí me han funcionado».

Un proyecto de altos vuelos

De esta manera, ya con todos los estudios en regla, un equipo sólido de psicólogos detrás y todas sus aves listas para abrirse al mundo nació su obra magna: Vuelo Alto. «Se trata de un proyecto educativo, terapéutico y de ocio pionero en Baleares. Aquí hacemos actividades de todo tipo con nuestras aves: desde proyectos educativos de aprendizaje sobre el comportamiento de estos animales, sesiones psicológicas o de acompañamiento para las personas que necesiten de una terapia, e incluso estamos abiertos a realizar actividades más lúdicas para las personas que tan solo quieren conocerlas». Y es que, tal y como señala Aguilera, son una organización todoterreno, ya que aparte de las actividades que han listado también organizan cumpleaños e incluso un servicio de control de fauna salvaje, donde empresas o particulares pueden contratar sus servicios para que las aves ahuyenten animales que pueden causar problemas de higiene o de seguridad en la zona como palomas o conejos.

A lo que se refiere a la vertiente más terapéutica y psicológica, Aguilera contactó con profesionales de la salud mental que ya hacían IAA con el fin de buscar una manera de adaptarlas a las aves rapaces. «Hablé con Mar Llull, psicóloga y colaboradora del proyecto, ya que ella ya hacía sesiones de terapia con caballos. Miramos de cómo podíamos trasladar eso a nuestras aves rapaces y estuvimos todo un año haciendo pruebas con perfiles de todo tipo para comprobar si era viable. Hicimos intervenciones de muchos tipos: con niños, adultos, grupales e incluso con personas con diversidad funcional como niños con Trastorno del Espectro Autista o con Síndrome de Down».

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Sylvana, un águila harris y el ave más veterana de Vuelo Alto. Foto: M.A Cañellas.

Este aspecto en concreto, el de tratar con personas con distintas capacidades tanto intelectuales, físicas como emocionales, se trataba de un punto especialmente importante para Aguilera, pues ella misma pudo gestionar a través del contacto con las aves un rasgo que descubrió ya en la edad adulta: la Alta Sensibilidad. «Sí que es cierto que no te cambia la vida, pero es verdad que entiendes cosas y comienzas a darte cuenta de por qué haces lo que haces o actúas de una manera concreta. Esta alta sensibilidad está muy conectada con los animales y con la naturaleza, y muchas personas han descubierto que la tienen o lo han ido intuyendo a través del contacto con nuestras aves. Ellas mismas también son muy sensibles a nosotros y las conexiones que se crean son muy intensas».

Según explica Aguilera, el método que siguen en sus terapias es «totalmente personalizado» al cliente y están capacitados para realizar desde acompañamientos de coaching hasta sesiones psicológicas con profesionales diplomados: «Antes de hacer cualquier tipo de terapia hacemos una entrevista con la persona para saber exactamente qué debemos trabajar y las condiciones del cliente. En ese momento también se establece quién va a llevar la terapia, puesto que tenemos profesionales en coaching, psicología e incluso psicopedagogía».

Y es que, a partir de ahí, Aguilera señala que puede haber tantos tipos de terapia como personas, pues la sesión puede ir desde actividades de contacto y de estimulación sensorial con las aves hasta conversaciones más metafóricas donde el animal toma un rol más sugerente y emocional: «Los animales siempre reaccionarán a nosotros cuando estamos en sesión y al final solo son facilitadores del proceso. El objetivo no es que el ave haga algo, sino que conecte con nosotros, por lo que su mera presencia suele ser suficiente». Así, por ejemplo, a rasgos generales, Aguilera señala que muchas personas se sienten conectados con su niño interior cuando trabajan con las aves más pequeñas; las mujeres dicen entablar conexión con su poder femenino cuando están con las águilas, y, por razones que aún desconocen, el búho real ayuda a entrar muy profundamente en el subconsciente de la persona: «Ninguna sesión es igual, pero lo que siempre está es ese vínculo con el animal que nos hace sentir cosas».

Una segunda oportunidad

Cabe destacar que la labor de Vuelo Alto va en ambas direcciones, pues no solo se trata de un centro educativo y terapéutico relacionado con las rapaces, sino que también es un lugar donde los mismos animales consiguen una función gracias a que Aguilera los rescata de situaciones que van desde su incapacidad para cazar hasta por acogidas de varios colegas cetreros que ya no se pueden hacer cargo de ellas: «En un principio no era mi intención acoger a animales rescatados, la verdad es que fue algo que surgió. Cuando iniciamos el proyecto no teníamos aves rescatadas, pero dejamos la puerta abierta y si podemos solemos darles un espacio».

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En Algaida las aves tiene un gran espacio para estirar las alas y tener todas sus necesidades cubiertas. Foto: M.A Cañellas.

De esta manera, Aguilera le gusta pensar que les da a las aves un nuevo propósito y un lugar donde poder pertenecer y estar bien cuidadas. Al final la cetrería no es otra cosa que una modalidad de caza, y por lo general los centreros emplean a los animales para este fin. Sin embargo, en Vuelo Alto, han creado una nuevo camino para esas aves que no sirven para ese uso tradicional y donde pueden tener una segunda oportunidad: «A pesar de que son depredadores, muchas aves no quieren cazar. Por ejemplo una cetrera nos dio el halcón peregrino porque a ella le gustaba cazar con sus pájaros y él no quería. Aquí con nosotros ha encajado perfectamente y está incluso más feliz porque hace algo que realmente le gusta».