El urbanista e ingeniero Ramón Gras, en Palma | Pilar Pellicer

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Investigador en el campo de la Ciencia de las Ciudades, urbanista e ingeniero, Ramón Gras llegó directo de la Universidad de Harvard, donde trabaja en distritos de innovación, para presentar en la sede del Col·legi Oficial d’Arquitectes de les Illes Balears (COAIB) su libro City Science. Performance follows form (Ciencia de la Ciudad). Allí analiza el ecosistema de la innovación en diferentes ciudades del mundo. Y España, y mucho menos Palma, no salen bien paradas. Hoy protagoniza un almuerzo-coloquio organizado por el Cercle d’Economia, donde hablará del impacto de la innovación en las ciudades. Gras aterriza en Palma justo en el momento en el que se está impulsando, una vez más, el ansiado Distrito de Innovación.

¿En qué consiste su trabajo al frente de la start up Aretian?
—Estamos en una incubadora de Harvard donde estudiamos proyectos de Montreal, Ciudad del Cabo, Río de Janeiro, Sao Paulo, Londres, Copenhague... Trabajamos con el sector público y privado para modelizar ciudades de todo el mundo, a través de la arquitectura, el urbanismo y los servicios, diseñando estrategias de impulso para la innovación.

En un estudio que va a publicar en breve, apoyado por Harvard e IESE Barcelona, analiza la innovación de 100 ciudades del mundo. ¿Está Palma entre ellas?
—No. El ejemplo de Palma es común a Barcelona. El área metropolitana de ambas ciudades ha crecido mucho, en el caso de Mallorca ya ocupa toda la Isla. Pero, a diferencia de otras ciudades, se han debilitado sus estructuras de conocimiento. Tienen más población pero los ingresos per cápita han bajado. Es dramático. Estamos en la cuarta revolución industrial, con muchas oportunidades de prosperidad. Pero Palma y Barcelona se han quedado estancadas en el desarrollismo de los años 50 y 70. Esta estrategia está obsoleta desde los 2000.

En Mallorca es muy habitual invertir en residencial en lugar de en innovación o industria.
—El último premio Nobel de Economía habla de la relación intrínseca entre la mentalidad de la sociedad y el desarrollo de la economía. Las economías más opacas y más rentistas generan economías opacas. Es muy importante que las estructuras de las empresas y del sector público sean meritocráticas. Y en Barcelona y en Palma esto es muy escaso. Las pymes, el sector público y las grandes compañías apuestan no en las personas sino en el amiguismo, la corrupción y la ineficiencia económica. Al final, es casi imposible innovar, el famoso ‘que inventen ellos’ de Miguel de Unamuno. Mucha gente no invierte porque ya dan por perdida la batalla. Ven un gran riesgo invertir en algo con valor añadido. Pero tenemos que superar el modelo del rentista y apostar por el talento.

¿En qué punto está Palma?
—En un lento declive. En Barcelona se presume de mucho talento internacional pero eso es minoritario. Los más brillantes se van a Boston, San Francisco, Seattle, Austin... Al final es una cadena y llegan a nuestras ciudades los menos talentosos.

Hablamos de traer talento a Palma para innovar pero ¿no lo tenemos ya en nuestras filas? ¿Tal vez en los barrios más vulnerables hay alumnos brillantes con mayor resiliencia?
—Hay personas de familias muy humildes que han sufrido estrecheces. Son muy inteligentes y conscientes de los recursos económicos que se han destinado a su educación. Se esfuerzan más porque no tienen un colchón que les salve. El talento está equidistribuido y hay premios Nobel que proceden de familias humildes. En sociedades más igualitarias hay más posibilidades.

¿Qué ingredientes necesita el Distrito de Innovación?
—Es fundamental que no sea elitista. Que combine el desarrollo urbanístico con la armonización del tramo urbano. Es necesaria una estructura meritocrática en la que, al margen del origen de cada uno, pueda florecer el talento. Y son necesarios criterios de mitigación del coste de los pisos. Aunque en un principio se revaloriza la vivienda alrededor de un distrito, a los veinte años este fenómeno se vuelve en contra. Hay distritos de innovación integradores con la sociedad como el de Seattle y luego está Silicon Valley, que tiene algunas virtudes pero muchos defectos.

¿Qué puede aportar al Distrito de Innovación de Palma?
—Estaríamos encantados de colaborar con el Ajuntament de Palma, el Consell de Mallorca, el Govern balear y el conjunto público-privado de instituciones que quiere llevar a cabo este impulso urbanístico y económico. Aunque nos da dolores de cabeza y más papeleo burocrático, insistimos en trabajar con el sector público porque pese a que esté un poco peor pagado, el impacto social que tienes trabajando con la Administración pública es muy superior.