Las tres hermanas: Rafaela, Maria de Lluc y Rosario Mateu. | Teresa Ayuga

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Maria de Lluc Mateu cumplirá 64 años el 8 de noviembre, «es una edad a la que muchas personas con síndrome de Down ya no llegan», explica su tutora legal, su hermana más mayor, Rosario. «Es la usuaria más antigua de Asnimo», recuerda. Lleva acudiendo a sus instalaciones 46 de los 48 años de la vida de la Fundación, casi desde que se creó.

«Ha vivido todas sus etapas», añade su otra hermana, Rafaela. Así que ahora es una de las primeras usuarias en estrenar la residencia de Son Ametller, la primera para personas con síndrome de Down de Baleares que, en cuestión de poco más de diez días, tendrá ya sus 20 plazas ocupadas.

Hasta entonces estaba en unas viviendas supervisadas pero con el tiempo su autonomía fue empeorando y no podía seguir allí. Desde el Institut Mallorquí d’Afers Socials (IMAS) les advirtieron de que su nivel de dependencia requería una plaza en residencia, así que este centro ha sido una bocanada de aire fresco porque «nosotras ya no podemos, somos muy mayores, hacemos más de lo que podemos a costa de nuestra salud», advierten tanto Rosario como su hermana Rafaela. Le llevan 16 y 13 años respectivamente, «ella es cada vez más dependiente pero nosotras también», afirman.
Aún así cada fin de semana se la llevan a casa, «tiene problemas de movilidad, camina de la mano, pero aquí la llevan al parque que es lo mejor para que no lo pierda. Si deja de andar no nos la podremos llevar», dicen.

Gracias a la atención integral, las 24 horas del día, en la residencia «sabemos que tiene atención constante», y eso les lleva a tranquilidad más absoluta. A sabiendas de que Maria de Lluc es una gran enemiga de los cambios, el pasado fin de semana ya la fueron preparando pero llegar a su nuevo hogar no ha supuesto ningún inconveniente, pues ha venido con muchos de los trabajadores que antes la cuidaban y «aquí recibe atenciones que un hogar normal no le podríamos dar».

El director de la residencia del centro de Son Ametller, José Molina, explica que los nueve primeros usuarios del centro proceden de viviendas supervisadas, donde se ha dejado la plaza libre para otros perfiles más autónomos. Quienes han acudido a Son Ametller «necesitan un apoyo integral, en todas las áreas», asegura Molina.

Ahí trabajan unas 25 personas entre cuidadores, técnicos, personal de limpieza y de cocina. Tienen un terapeuta ocupacional que les ayuda a mantener su autonomía y destreza motora y una enfermera que «les gestiona la medicación, atiende sus necesidades de forma diaria y personalizada y hace de enlace con el centro de salud de referencia que es Son Rutllan».

Por otra parte en este centro no sólo hay una residencia, también existe un servicio ocupacional y un centro de día. Este último es una manera de atender también durante la jornada a quienes viven ahí, con un servicio paralelo.

Son Ametller se inauguró el pasado 27 de septiembre y espera que para el 1 o el 4 de noviembre esté toda la maquinaria en marcha, con todas las plazas completas.

Para Asnimo, lo más importante es atender las necesidades de muchas familias que ya lo demandaban. «La residencia era lo único que no teníamos», explica el presidente de la Fundación Asnimo, Tolo Márquez, consciente de que las personas con síndrome de Down envejecen 20 años antes que el resto y que, como la de todo el mundo, su esperanza de vida ha aumentado en los últimos años.

Este proyecto empezó hace dos años, cuando el Govern abrió una convocatoria para la creación de un centro residencial y Asnimo se dedicó a buscar el espacio idóneo donde ubicarlo. «Ahora ya miramos que las instalaciones estén dentro de un barrio o una ciudad para que se integren mejor». Las plazas ahora están concertadas con el IMAS con quienes se reparten el perfil de usuarios.