La psicóloga Laura Rojas-Marcos está especializada en ansiedad, depresión, estrés y psicooncología. | R.L.

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Doctora en psicología Clínica y de la Salud, psicoterapeuta, investigadora, conferenciante, docente y escritora. Laura Rojas-Marcos, especializada en trastornos de ansiedad, estrés, depresión y en psicooncología, imparte este sábado la conferencia magistral ‘Claves para afrontar la adversidad con amabilidad’ con la que inaugura el IV Congreso de Personas con Cáncer y Familiares que organiza la Asociación Española Contra el Cáncer en Manacor.

Este sábado dará las claves para afrontar con amabilidad la adversidad que supone el cáncer.
En base a mi experiencia con pacientes con cáncer, intentaré resumir todas las estrategias, herramientas y habilidades que he visto a lo largo de los años para afrontar el grandísimo reto y desafío que es el cáncer. Es una enfermedad que produce mucho miedo, que paraliza, que enfada. No sabemos qué es lo que tenemos que hacer y cómo afrontarlo. Es importante trabajar desde la serenidad, la amabilidad y la paz interior, comprendiendo todas las emociones y sentimientos negativos que van a formar parte de este proceso y que son naturales.

¿Cuáles son esas claves?
Son estrategias para incorporar hábitos saludables como cuidar mucho el diálogo interno, lo que nos decimos a nosotros mismos. La palabra, el lenguaje, la comunicación tiene el poder de suavizar y de curar el sufrimiento, o de destruir. A menudo los pacientes con cáncer se preguntan por qué me está pasando esto, o se culpan o se responsabilizan de la enfermedad. Por tanto, es importante saber hablarse bien a uno mismo. Otra de las claves es conocerse y escucharse para saber qué necesitas, para saber pedir, porque mucha gente no sabe cómo pedir ayuda. También es fundamental saber revisar las prioridades y, especialmente distinguir lo urgente de lo importante, lo que no es importante y lo que puede esperar.

El tiempo cobra más valor en todo este proceso.
El tiempo es muy importante, es casi un compañero que se vuelve real y deja de ser abstracto. Por eso también, durante todo el proceso que vive una persona con cáncer, es importante prestar atención a los ladrones del tiempo. Identificar a a aquellas personas que roban nuestro tiempo, que no nos aportan, que restan serenidad y a las personas de confianza, de apego seguro, las que podemos llamar como ‘personas tesoro’, que saben calmar, que aportan, que nos ayudan.

Que en muchos casos también son los cuidadores del enfermo.
Así es, es importante cuidar al cuidador. Una persona que pasa por un proceso tan difícil necesita cuidadores, que normalmente son la familia. Los cuidadores también necesitan cuidados, sus momentos de descanso, poder gestionar sus propios sentimientos de tristeza, de miedo angustia, e incluso de aceptar el síndrome de estar quemado. A veces los pacientes también son cuidadores y sufren mucha frustración por no poder llevar a cabo esa función, sobre todo madres que se sienten responsables por no poder atender a sus hijos o su familia, o su trabajo, con niveles de autoexigencia tales que no escuchan su cuerpo ni sus necesidades.

¿Enfrentar un cáncer siempre transforma?
Ante el cáncer vivimos unas experiencias tan dolorosas y traumáticas que nos cambia la visión de la vida y de las relaciones. Durante el proceso pasan muchas cosas y surgen muchas preguntas, pensamientos y sentimientos que llevan a la persona a un gran proceso de transformación y a mirar el mundo desde otra perspectiva. A menudo, los pacientes me dicen que tras un largo proceso de introspección adquieren una visión de la vida distinta y ahí asoma la resiliencia. La gran mayoría de las personas tienen esa capacidad de sobreponerse. Es un proceso lento y difícil pero es posible.

Para el que logra superar la enfermedad, pero también es vital para el que no lo logra.
Al que lo supera le ayuda y al que se va también, para poder irse con serenidad, para cerrar el círculo de la vida con amabilidad y saludablemente, para resolver y dejar las cosas en orden, para marcharse con suavidad y con amor. Algo que ayuda mucho al entorno también. Hay que dejar espacio a dolor emocional y tener claro que, a pesar de ser muy doloroso, se puede procesar de una manera serena. Hay que prestar atención a que el paciente no sufra físicamente, a que se sienta querido y acompañado. Y que los que le quieren, también puedan despedirse.