Mallorca cuenta con más de 600 molinos de viento harineros catalogados.

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Si Don Quijote no hubiera cabalgado en sus aventuras por La Mancha, habría elegido Mallorca para luchar «en fiera y desigual batalla» contra los molinos de viento que él imaginó malvados gigantes. Porque más de 3.000 construcciones de ingeniería eólica e hidráulica, antaño destinados fundamentalmente a moler grano, siguen salpicando el territorio mallorquín. La gran mayoría son de titularidad privada y se encuentran en estado de degradación. Pese a las ayudas del Consell, pocos molinos han sido restaurados para recuperar su estética y aportar valor paisajístico y patrimonial, evocando el esplendor de siglos atrás cuando fueron valiosos aliados de la huerta mallorquina. Algunos reconstruidos, no ajenos a la especulación inmobiliaria, se han reconvertido en viviendas. Ninguno de viento harinero funciona actualmente en la Isla, pero un proyecto piloto de la Asociación de Amigos de los Molinos pretende devolverles su utilidad y ya han empezado a producir energía desde un prototipo en Son Ferriol con el apoyo de Audi. También, el Consell de Mallorca ha pedido al Govern tres millones de euros de la ecotasa para recuperar más molinos.

Mallorca es tierra de molinos. De hecho, aglutina uno de los patrimonios más destacados del Mediterráneo. El Consell tiene registrados más de tres millares. Los más numerosos son los molinos de viento de extracción de agua: 2.445, concentrados especialmente en Palma (1.050), Campos (629), Sa Pobla (298), Muro (180) y Ses Salines (92). Del total, sólo unos 60 son de titularidad pública. Se construyeron a partir de la segunda mitad del siglo XIX y se empleaban para la sacar agua del subsuelo con la fuerza del viento para poder regar las plantaciones de frutas y verduras, favorecidos especialmente en verano en zonas muy llanas donde sopla el Embat.

El origen de los molinos de viento de extracción de agua se ubica en 1845, cuando el ingeniero holandés Paul Bouvij dirigió los trabajos de desecación del Pla de Sant Jordi, en Palma. Los primeros fueron los de ramell, diseñados por un carpintero del Molinar, Damià Reixac, con listones de madera, según datos recopilados por el Consell. Después proliferaron los de palas, hacia 1930, casi todos levantados sobre una torre de obra. «Estos molinos tienen 18 palas y una cola. De esta tipología la mayoría de los restaurados se concentran en el Pla de Sant Jordi y Son Ferriol.

MALLORCA - MOLINOS - Mallorca cuenta con más de 600 molinos de viento harineros catalogados.
José Pascual Torrella, presidente de Amigos de los Molinos.

En la zona de Campos se rehabilitaron unos 50 hace 25 años, pero vuelven a estar muy deteriorados», explica el ingeniero industrial José Pascual Tortella, actual presidente de la Asociación de Amigos de los Molinos, entidad fundada hace 52 años en Mallorca. «El problema no es el coste, sino su utilidad, desplazada por motores eléctricos y de explosión», añade. En Menorca calcula unos 30 molinos de este tipo y en Ibiza alrededor de la docena.

Los más antiguos de viento son los harineros. La Administración insular tiene catalogados 622, distribuidos por toda Mallorca, excepto en algunos municipios de la Serra de Tramuntana y el Raiguer. De estos, sólo una veintena son de titularidad pública. Las primeras construcciones datan del siglo XIV. «De estos, que tienen seis palas y velas desmontables, bien restaurados hay sólo media docena. Ninguno está en uso», señala Pascual, que cifra en unos 15 los molinos de este tipo existentes en Menorca y una docena en Ibiza.

Los molinos del Jonquet, en Palma, en los años sesenta del siglo pasado.

Los molinos del Jonquet, en Palma, en los años sesenta del siglo pasado. Foto:FAM

No se incluyen en estas cifras los que han sido rehabilitados como vivienda, que requieren permisos específicos. Muchos molinos harineros se localizan dentro de núcleos urbanos o próximos a ellos, lo que ha animado a insertarlos en el sector inmobiliario. Su sistema constructivo, con bases diametrales de entre 6 y 12 metros, y que generalmente estén situados en conjuntos edificativos mayores atraen a inversores ante su posible habitabilidad, sumada a un claro atractivo estético y valor patrimonial, cultural, histórico e identitario del ámbito balear.

Según el Consell, actualmente unos 250 de estos molinos, una vez restaurados por sus propietarios, siguen destinándose a vivienda y en unos 60 se han instalado negocios, como restaurantes, tiendas de ropa o galerías de arte. El Molí d’en Sopa, ubicado en Manacor, es uno de ellos. Su gerente, Toni Lozano, cuenta la anécdota del rayo que en 2007 cayó sobre él porque en la restauración de las aspas se empleó hierro en lugar de madera.

MALLORCA - REPORTAJE SOBRE LOS MOLINOS DE MALLORCA.
Molí d'en Sopa, en Manacor, es un ejemplo de molinos harineros reconvertidos en otros negocios.

Una rápida búsqueda en un portal web arroja una treintena de anuncios de inmuebles con molinos a la venta, desde 140.000 euros en dos fincas de 18.000 metros cuadrados en Can Picafort (Muro) hasta 5,5 millones en una posesión de 60.000 metros con más de 1.700 metros cuadrados de construcciones, en el Pla de Na Tesa (Marratxí), en ambos casos para reformar. En Felanitx, se ofrece «un molino restaurado del siglo XIV, clasificado como Monumento Nacional Español» por 2,3 millones, y en Palma existe una mansión con dos molinos rehabilitados por 2,5 millones. «Nosotros tenemos actualmente tres propiedades con molinos en venta, en Campos, Costitx y en Santa María, con actividad como restaurante. Es evidente que estos elementos son algo único que aportan exclusividad a una finca e incrementa su valor», explica Claudio Rode, agente de la inmobiliaria Living Blue.

Los molinos de viento se utilizaban para la obtención de harina a partir de cereales, función que compartían con los molinos hidráulicos, muy anteriores, de época musulmana, que también servían para moler pimiento rojo y otras hortalizas, y se ubicaban en zonas con fuentes de agua permanente. Entre las tipologías mallorquinas se añaden los molinos de sangre, también para la molienda, asimismo de origen musulmán, pero que utilizaban la fuerza animal para generar energía. Proporcionaban un menor rendimiento, pero, por su simplicidad, fueron los más extendidos. No hay inventario de estos, pero el Consell estima en un centenar de ambas tipologías los que se conservan en la isla. Algunos de ellos también se han reconvertido en viviendas.

Restauración

Los elementos restaurados con ayudas públicas del Consell desde 2004 suman unos 60 (14 de viento harineros, 24 de viento de extracción de agua, 3 hidráulicos, 1 de sangre, 13 norias, 3 almazaras, 2 fábricas de harinas y 1 celler) y asumen además una función pedagógica y turística, 10 de ellos integrados en la Ruta de los Molinos de Mallorca. La iniciativa nació a raíz del Proyecto Europeo de la Eurorregión Pirineos-Mediterráneo ‘Els molins, una altra mirada’, en los años 2013-2015. El Consell ha complementado la información con vídeos en internet donde figuras vinculadas a las construcciones explican aspectos interesantes. Así, Jaume Pericás, propietario de Can Garra Seca, ubicado en Llucmajor, da a conocer cómo este molino de viento harinero de 1831 dejó de moler hace más de 150 años, pero en los años 60 retomó su función como molino de sangre.

En estos momentos está abierta una convocatoria para molinos de viento de extracción de agua del Pla de Sant Jordi que podría abarcar a 12 construcciones. «El Consell se hace cargo de la redacción de los proyectos técnicos de restauración y de la ejecución con personal propio, lo que representa un 70-75% del coste total, y la propiedad corre con los costes de materiales y transportes», explica la vicepresidenta insular y consellera de Cultura y Patrimonio, Antònia Roca. La institución insular cuenta con un equipo especializado de técnicos, 7 picapedrers y 10 carpinteros y herreros. Tras la reforma, los dueños quedan obligados a abrir los molinos a un número determinado de visitas públicas y gratuitas durante 10 años. «Hemos presentado una propuesta al Govern para destinar tres millones de euros de la ecotasa a restauración de estos elementos emblemáticos del paisaje rural mallorquín, apunta Roca.

El primer prototipo de reconversión de un molino tradicional para la generación eléctrica ya lleva más de dos años funcionando en Son Ferriol.

Mallorca ya fue pionera en la producción de energía eólica, incluso a nivel europeo. El primer aerogenerador de España, conectado a la red eléctrica, se instaló en Manacor en 1982 de la mano de Gesa. Este fue el primero, y no exactamente el que levantó en Cataluña en 1984 Ecotècnia, una cooperativa de ocho ingenieros activistas contra la energía nuclear que luego fue referente de la energía eólica mundial y en 2007 absorbida por la multinacional Alstom. De esto sabe mucho el ingeniero Pascual, porque precisamente aquel proyecto fue el resultado de su tesis doctoral. Entonces él trabajaba en la empresa eléctrica nacida en Palma de la fusión de la Companyia Mallorquina d’Electricitat y la Societat d’Enllumenat per Gas. En su bagaje está haber participado en la instalación de los primeros parques eólicos de Europa y de España, en Galicia, Zaragoza y Canarias.   

Ahora Pascual vuelve a poner Mallorca en posición de liderazgo. Hace año y medio que logró inaugurar un interesante proyecto que conjuga tradición y futuro, involucrando a la marca de automóviles Audi, que ha costeado la restauración de un molino de extracción de agua en Son Ferriol donde, con un motor eléctrico de coche, están produciendo energía eólica. La construcción alberga al mismo tiempo un laboratorio de ensayos, donde investigan formas y usos, entre ellos la recarga de baterías para viviendas o la producción de hidrógeno en pequeñas cantidades. Canarias, Malta y Creta ya se han interesado por los resultados de una iniciativa que la Asociación de Amigos de los Molinos no descarta exportar.

El apunte

Más de 50 años de la Asociación de Amigos de los Molinos

La Asociación de Amigos de los Molinos, que preside José Pascual Tortella, fue fundada en 1972 y dispone de un museo en el Jonquet, dentro de un molino municipal cuya restauración costeó la propia asociación hace más de 40 años, donde pueden contemplarse diferentes maquetas. Las visitas, gratuitas, pueden realizarse de martes a viernes de 10.30 a 13.30. La entidad cuenta actualmente con unos 600 socios (han llegado a ser 850), muchos de fuera de Mallorca e incluso extranjeros, amantes de una ingeniería tradicional que representa un valioso patrimonio.