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REDACCIÓN-MADRID
Durante toda la mañana de ayer, muchas personas se acercaron a las inmediaciones de las estaciones de Santa Eugenia y El Pozo del Tío Raimundo para ofrecer velas y flores a las víctimas. En Santa Eugenia, un grupo de escolares estampó las palmas de las manos manchadas de blanco sobre lienzos negros colocados en unas vallas cercanas como señal de duelo.

A su vez, una mujer explicó que tampoco lo cogió por encontrarse enferma y que ahora siente temor de volver a viajar en este medio de transporte. El camarero de la estación señaló que los trabajadores de los servicios de la estación también sentían temor de regresar.

La estación de Santa Eugenia permanece cerrada al público y acordonada por la Policía, aunque los trenes circulaban por ella, sin parar, y tocaban el silbato en señal de luto.

En las vías permanecen los restos del tren, a la espera de que la policía científica reanude la inspección; mientras, los técnicos de RENFE siguen arreglando la catenaria.

Entretanto continúa la afluencia de personas, como los alumnos del instituto «Santa Eugenia», con ofrendas de velas, flores, objetos y mensajes con peticiones generales de justicia o dedicatorias «a los que iban a trabajar y no volvieron», a las víctimas, que «son iguales en todos los lugares», o a los niños que han muerto. «Ayer supe lo que era el miedo», declaró una joven que no pudo subir al tren porque llegó tarde a la estación.

Desde las ventanas de las clases del colegio de educación infantil y primaria de El Pozo se ven los restos destrozados de uno de los trenes. Sólo un paso de cebra lo separa de la estación de cercanías, por eso se temía que alguno de los padres hubieran montado en los trenes. El director del colegio ha dicho que no parece que fuera así.