Imagen de archivo del juicio celebrado contra los islamistas acusados de intentar atentar contra la Audiencia Nacional.

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Un grupo seleccionado de funcionarios de prisiones maneja desde hace varios meses un manual con el sello de confidencial en el que se alecciona sobre cómo detectar y controlar fenómenos de radicalismo islamista en el interior de las cárceles.

En el manual se detallan los cambios de actitud y aspecto propios de los procesos de radicalización, se recogen las expresiones en clave utilizadas por los 'yihadistas' y se dan órdenes precisas para controlar celdas, aparatos de audio y lecturas.

Para detectar a islamistas radicales que, sin embargo, han ingresado en prisión por delitos comunes, el manual insiste a los funcionarios en la importancia de conocer su recorrido anterior, ya que los 'yihadistas' suelen tener antecedentes en sus familias, han recorrido varios países europeos y, en ocasiones, han combatido en conflictos armados.

Si en un cacheo, un funcionario encuentra una cicactriz y piensa que el interno fue herido en Chechenia, Bosnia o Afganistán, debe fotografiarla e informar a la dirección. El modo de actuar debe ser idéntico si se encuentra una celda empapelada con textos sagrados.

Los funcionarios tienen un doble encargo: vigilar a los presos ya radicalizados, algunos señalados por condenas de terrorismo, pero también a los presos comunes susceptibles de ser captados para la 'yihad'. «La alta concentración actual de internos musulmanes en los establecimientos penitenciarios, en especial los originarios del Magreb, favorece las actividades de proselitismo y radicalización», afirman los autores del documento.

En el apartado 'Cambio en sus temas de interés', el manual advierte de la posibilidad de que presos musulmanes tengan en su poder periódicos como Gara u otras publicaciones de movimientos extremistas, ya que «a falta de otras más próximas, encuentran en éstas cierto apoyo a su visión del mundo y a sus métodos de acción».

El principal foco de atención para los funcionarios deben ser los presos musulmanes que empiezan a evidenciar cambios en su actitud. Algunos, según el escrito confidencial, pasan de no rezar a hacerlo cinco veces diarias, murmuran repetidamente las suras del Corán mientras trabajan en la cocina o en la lavandería y pasan obsesivamente las cuentas del tasbith (rosario musulmán). Cuando se llama a recuento y ellos se encuentran rezando, ignoran la indicación del funcionario, aun arriesgándose a ser sancionados.

Todas las alarmas se encendieron en Instituciones Penitenciarias cuando dos meses después del 11-M la policía irrumpió en varias prisiones para detener a los integrantes de un grupo que planeaba volar la Audiencia Nacional y que se había formado en la cárcel de Topas.

Según el manual, los «reclutadores» trabajan sobre campo abonado, debido a que la estancia en prisión propicia la «reflexión interior» y porque en algunos presos, la religión «minimiza y mitiga» las consecuencias del «fracaso» vital en el que admiten haber caído cuando están entre rejas.