El encarecimiento de la electricidad en enero elevó el índice de precios de consumo (IPC) un 0,5 % respecto a hace un año, y rompe así con nueve meses consecutivos de descensos interanuales, registrados desde que comenzó la pandemia.
El dato que publica este viernes el Instituto Nacional de Estadística (INE) es una décima inferior al adelantado el pasado 29 de enero y contrasta con la caída interanual del 0,5 % registrada en diciembre.
El sector de la vivienda es el que más tiró al alza de la inflación, debido al mayor coste de la electricidad y, en menor medida, del gas, que se abarató un año antes.
Este incremento de la factura eléctrica, del 15,1 %, ha sido motivado por el aumento de la demanda durante la ola de frio, destaca UGT, aunque también por «el ineficiente sistema de fijación de precios en el mercado mayorista eléctrico», que ha provocado «un incremento desorbitado de la factura energética».
Por detrás, se sitúa el encarecimiento de los alimentos y bebidas no alcohólicas, dentro del cual destaca la subida de los precios de las legumbres y hortalizas y el menor abaratamiento de las frutas.
Impacto de la subida del IVA a las bebidas azucaradas
También sobresale la subida del grupo en el que se encuentran los refrescos y zumos, superior al de hace un año, lo que refleja el alza del impuesto sobre el valor añadido (IVA) en las bebidas azucaradas desde el 1 de enero, que, junto al aumento de impuestos en los seguros, tuvo un impacto de una décima en la tasa interanual del IPC.
En concreto, los refrescos registraron una subida de sus precios del 10,2 %, casi 10 puntos por encima del dato de diciembre, si bien los de los seguros apenas han acelerado dos décimas su alza, hasta el 1,7 %.
Este nuevo impuesto al azúcar habría tenido una repercusión en la inflación también, a juicio de la patronal CEOE, que calcula que, descontado su efecto, los precios del grupo de alimentos con elaboración, bebidas y tabaco habrían aumentado un 0,6 % y no un 1,1 %, como lo han hecho.
También influyó en la subida de los precios al consumo el ocio y la cultura, porque los paquetes turísticos se abarataron menos que hace un año, así como el transporte, por el encarecimiento de los automóviles, transporte aéreo de pasajeros y carburantes.
Sin tener en cuenta los elementos más volátiles de la cesta de la compra (energía y alimentos frescos), la inflación subyacente aumentó el 0,6 %, cinco décimas superior a la tasa de diciembre y una por encima del índice general.
Si miramos al detalle la cesta de la compra, los productos que más se han encarecido en el último año han sido la electricidad (15,1 %), la joyería y bisutería (13,1 %), los refrescos (10,2 %) y los servicios recreativos y deportivos (8,9 %).
Por el contrario, los que más han bajado han sido los combustibles líquidos (22,7 %), los hoteles y hostales (12 %), el gasóleo (11,4 %), los teléfonos móviles (9,1 %) y los ordenadores personales (8 %).
Este cambio de tendencia al alza de los precios no marcará una tendencia, según la patronal, que prevé una «estabilidad», aunque dependerá del comportamiento de los precios del petróleo y de la caída de la demanda de algunos bienes y servicios como consecuencia de la crisis del coronavirus.
Los sindicatos, por su parte, han reclamado un incremento salarial para que las familias, especialmente las más vulnerables, no pierdan poder adquisitivo.
Así, UGT y CCOO reclama al Gobierno que eleve el salario mínimo interprofesional (SMI), congelado este año en los 950 euros, y que mejore el proceso de concesión del ingreso mínimo vital (IMV) que aún no llega a los 850.000 hogares que se marcó como objetivo para el año pasado.
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