El décimo aniversario del Madrid Arena coincide precisamente con otra tragedia, la ocurrida este fin de semana en Seúl, la capital de Corea del Sur, cuando miles de personas acudieron a festejar Halloween y centenares de ellas quedaron atrapadas en un estrecho callejón. El resultado: 153 muertos y 133 heridos. Otra fiesta de Halloween también este fin de semana, pero esta vez en Sevilla, ha vuelto a poner sobre la mesa el problema del control de los aforos. Trece menores tuvieron que ser atendidos por los servicios sanitarios por desvanecimientos y crisis de ansiedad durante una fiesta «light» que fue desalojada por la Policía Local por motivos de seguridad. Había saturación de personas.
Las lagunas normativas diez años después
El mismo exceso de aforo que provocó en 2012 la tragedia del Madrid Arena, un espacio enclavado en la Casa de Campo de la capital, gestionado por la sociedad pública municipal Madrid Espacios y Congresos (Madridec) y en el que el empresario Miguel Ángel Flores organizó una fiesta de Halloween que acabó en una avalancha mortal mientras actuaba el DJ Steve Aoki. Seis personas, entre ellas Flores, fueron condenadas por su presunta responsabilidad en la muerte de cinco chicas. EFE ha hablado con José Luis Gómez Calvo, experto en seguridad de actividades y eventos y autor de un informe técnico sobre ese suceso, para saber qué ha cambiado desde entonces.
Según él, en líneas generales la seguridad en eventos de este tipo ha mejorado, pero sigue habiendo lagunas pese al tiempo transcurrido. Y una de ellas tiene que ver con una ley, la de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas de la Comunidad de Madrid, que data de 1997 y aún no ha desarrollado alguno de sus mandatos. «La Comunidad de Madrid determinará reglamentariamente los espectáculos, actividades y establecimientos que por su naturaleza, aforo o incidencia en la convivencia ciudadana deberán implantar medidas o servicios de vigilancia, así como las características de los mismos», reza su artículo 7. Pues a día de hoy, según explica Gómez, no se ha aprobado reglamento alguno, de tal manera que no hay una normativa que especifique cómo deben ser esos servicios de vigilancia y que características debe reunir su personal.
Quizá por eso, por esa laguna normativa, la empresa encargada de la seguridad interior de la fiesta de Halloween en el Madrid Arena, Kontrol 34 (también condenada por este caso), seleccionó a personas sin una formación cualificada para que llevaran a cabo la seguridad interior, «les puso un chaleco amarillo» y no supieron reaccionar ante el apelotonamiento de la gente. Gómez recalca otra incongruencia. La citada ley sanciona en su artículo 37.15 «disponer de personal para el desarrollo de la actividad de control de acceso en espectáculos públicos, actividades recreativas, establecimientos, locales e instalaciones sin el certificado acreditativo de la Comunidad de Madrid, así como el incumplimiento de las medidas o servicios de vigilancia obligatorios». Pero este precepto, como recuerda el experto, sanciona el incumplimiento de algo que aún no ha sido regulado (lo que mandata el artículo 7). En suma, Gómez apuesta por un personal mejor formado para poder responder a emergencias de este tipo. Y también por sacar ya del cajón del despacho en el que esté el proyecto de reglamento que prevé la Ley de Seguridad Privada de 2014 y que tiene como objetivo la realización de planes integrales para los eventos.
Control de distribución interna de masas: otro reto pendiente
Diez años después nadie duda de que en el Madrid Arena falló el control del aforo. Aún hoy sigue siendo un reto pendiente para la seguridad de los eventos. Gómez propone algunas medidas que podrían contribuir a la seguridad. Una de ellas sería la instalación de indicativos luminosos en el exterior del recinto que informara del número de personas que hay dentro. Un sistema similar al de algunos aparcamientos. «Falta información clara para el usuario», enfatiza Gómez. Pero si algo echa en falta es un control de la distribución interna del aforo. Y eso precisamente fue una de las causas de la avalancha del Madrid Arena, ya que en un momento dado la gente que estaba en las zonas superiores bajaron a la pista y se unieron a los que estaban haciendo botellón fuera y también entraron en el recinto.
«Es como si en un avión en un momento dado todos los pasajeros de clase turista se fueran en masa hacia la zona business», dice Gómez como ejemplo de lo que pude suceder si no hay controles internos. Y ha pasado y pasa -recuerda el experto- en muchos estadios de fútbol cuando los aficionados se desplazan de sus localidades para estar más cerca de su equipo o abroncar al árbitro. Gómez aboga no sólo por inspeccionar el aforo general, sino también el parcial, es decir, el de las diferentes zonas en las que se divide el recinto, con barreras que regulen la distribución de la masa.
Supervisar lo que se autoriza
«El papel lo soporta todo», enfatiza Gómez. Sobre él queda registrado el tipo de evento, sus características técnicas, el aforo previsto, etc... Los técnicos municipales lo visan y conceden la licencia para su celebración. Pero ¿se supervisa luego sobre el terreno lo que dice el papel? En muchos casos no se está haciendo, responde Gómez. Hay una cierta relajación. Hasta que se produce un caso como este, concluye.
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