Desde el conocimiento científico que le aporta el estudio continuado de los efectos que los microplásticos tienen en el medio ambiente y en el consumo humano, Rovira establece los paralelismos entre los sucesivos problemas de contaminación que sufre Tarragona y el vertido frente a las costas portuguesas que ha llegado a Galicia y a las comunidades cantábricas.
Y desde ese conocimiento, y tras las numerosas catástrofes medioambientales que este tipo de vertidos han generado durante las últimas décadas, se pregunta por qué no existe una regulación más estricta que regule el tráfico de este tipo de materiales de una forma más segura o por qué no se obliga a la industria a proporcionar esta materia prima de otra forma (por ejemplo -sugiere- en barras de mayor tamaño) que no sea en diminutas bolitas.
El mar lo devuelve todo
«El mar lo devuelve todo», ha manifestado Joaquim Rovira a Efe, y ha observado que la playa tarraconense de La Pineda es un referente mundial por la constante contaminación por plásticos y las imágenes que muestran las playas afectadas por el vertido del buque Toconao son muy similares y a su juicio es previsible que también en este caso que esas oleadas de pellets se repitan durante las próximas semanas e incluso meses conforme vayan degradándose en el mar los envases que los contienen.
El investigador ha incidido en que no existe un riesgo importante por la manipulación física de esos pellets tomando unas mínimas y básicas medidas de protección, como el uso de guantes, pero sí ha subrayado el daño que causará de forma directa a la fauna marina la ingesta directa de esos pellets y la consiguiente incorporación de sus contaminantes químicos a la cadena trófica, al final de la cual se sitúa el consumo humano.
Y entre los aditivos y contaminantes químicos que incorporan esos plásticos, el investigador ha citado los «disruptores endocrinos» (sustancias químicas capaces de imitar la acción de las hormonas naturales) , que durante los últimos años se han asociado a problemas de fertilidad masculina y femenina o a nuevas formas de diabetes, y ha corroborado que existen ya evidencias científicas de que muchos de los aditivos que incorporan son también cancerígenos.
«¿Quiere eso decir que si consumimos un pescado o un marisco que haya estado en contacto con esos pellets tenemos que ir al hospital? no», ha manifestado Joaquim Rovira, y ha insistido en que el pescado y el marisco procedente de las costas gallegas y del Cantábrico no es ahora más peligroso, sino que se trata de un riesgo añadido que se suma a los ya «muy contaminados» mares y océanos de la Tierra.
Contaminantes que ya están en el organismo humano
El investigador ha asegurado que esos aditivos y esos contaminantes están ya en el organismo humano en prácticamente todo el mundo y se detectan en las muestras de sangre o de orina; «vamos sumando», ha aseverado Joaquim Rivera, y ha recordado la evidencia científica de que el Mediterráneo o el Ártico están contaminados por mercurio.
Para el profesor de la Universidad Rovira y Virgili, resulta sorprendente que tras los numerosos accidentes y los consiguientes desastres medioambientales que se han sucedido durante las últimas décadas con este tipo de plásticos no se hayan promovido normas o regulaciones que garanticen un transporte más seguro de los mismos, o que la polarización y la confrontación política eclipsen las argumentaciones técnicas y científicas.
«Muchos quieren sacar rédito», ha manifestado Rovira, y ha lamentado la escasa atención que la respuesta y el asesoramiento científico suelen tener en materias como la contaminación del aire, de las aguas, del suelo o del mar o la lentitud con que avanza la legislación para tratar de evitar que se sigan repitiendo este tipo de catástrofes. Y entre esas sugerencias, ha reiterado la de prohibir que este materia prima se distribuya en forma de miles de millones de bolitas de plástico, cuya recogida es tan difícil y laboriosa cuando se produce el vertido, y sustituirla por barras de un tamaño muy superior.
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