Adriana Olabarria, Santiago Alorda, Catalina Vich, el director Joan Mora y María Luz García, técnicos del laboratorio. | Pilar Pellicer

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Desde 1904, en los sótanos del edificio de Cort está escondido el laboratorio municipal. Ajeno a las miradas de los turistas de la abarrotada plaza, durante este último año y medio ha sido el epicentro del control de la COVID en la ciudad, en estrecha colaboración con la Conselleria de Salut.

Cargados de carritos de la compra, los técnicos recorren las calles de Palma en busca de muestras para analizar después en el laboratorio. El análisis de fuentes ornamentales y de la red de aguas, la arena de los parques infantiles y las playas (para evitar contagios por la presencia de heces y orina de gatos y perros), piscinas municipales, vestuarios de policía y bomberos o la comida de las guarderías municipales y comedores sociales son algunos de sus campos de actuación.

Pero la pandemia de la COVID entró como un vendaval y revolucionó la actividad de este departamento, que se adaptó a las nuevas circunstancias.

El director del laboratorio, el doctor Joan Mora, dijo que «este fue uno de los primeros laboratorios municipales de España y hasta 1908 no apareció el decreto que obligaba a los grandes municipios a tenerlo».

El director general de Salut, Joaquín de María, señaló que «ahora mismo se está diseñando el laboratorio. Hace 15 años surgió la idea pero Mora ya está trabajando en su diseño junto con un arquitecto». Aunque no hay partida presupuestaria para la obra, está previsto que el laboratorio municipal se mude desde los sótanos de Cort hacia una nave industrial de Mercapalma de 600 metros cuadrados.

Achaques

Tras sucesivas remodelaciones, el laboratorio ha cumplido ya 117 años pero tiene sus achaques. Sus más de 400 metros cuadrados acogieron antes «la casa de socorro, la beneficencia municipal y la morgue», dijo Mora. Año a año se han ido ganando metros cuadrados pero, en palabras de sus empleados, las instalaciones están obsoletas para las necesidades de hoy en día. La pandemia ha puesto de relieve la necesidad de estos científicos.

A principios del siglo XX este laboratorio «analizaban las enfermedades infecciosas vinculadas al agua como el cólera, la disentería o tifus. También se vigilaban el fraude de productos alimentarios como la leche o el vino a los que se añadía agua».

Ahora son tiempos de pandemia y llevaron a cabo muestras ambientales con un aspirador que analizaba la presencia de la COVID en el aire de los edificios públicos. En todos dio negativo. «Este virus es un aviso de lo que está por venir. Habrá más epidemias», vaticinó Mora, en cuyo pequeño despacho hay un retrato de Emili Darder, alcalde de Palma y técnico de laboratorio que tomó medidas para la mejora de la salud de la ciudadanía.