Vídeo cedido por los vecinos de Son Armadans: un sábado cualquiera en la barriada.

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La paciencia de los vecinos de Son Armadans está colmada. Están cansados de ser «el Magaluf de los jóvenes palmesanos». Lo alertaba hace unas semanas la entidad vecinal de la barriada: cierran los bares de ocio nocturno de El Terreno y la marcha se traslada a esta barriada. Incluso ofrecen un mapa detallado de las zonas afectadas: la confluencia de los barrios de son Armadans y El Terreno, concretamente las calles Federico García Lorca, Joan Miró, s'Aigo Dolça y la plaza Pintor Francesc Rosselló, donde se ubican los bares y discotecas más conflictivos.

«Somos la zona cero del ruido nocturno, el botellón y el incivismo. Y lo peor es que la Policía Local solo acude en contadas ocasiones, y si lo hace, los agentes no salen de su coche», denuncia la presidenta de la Associació de Veïns de Son Armadans, Catalina Llompart, al tiempo que critica que haya una nula respuesta a sus denuncias: «Sentimos un desamparo total por parte de las fuerzas de seguridad, ya no sabemos a quién tenemos que llamar. Hemos pasado de las pandillas, incluso con un muerto, a ser el punto de encuentro de la venta de drogas, las peleas y el conflicto constante».

Viene de lejos el problema del ruido en esta barriada de clase acomodada, que cumplía la función de lugar de veraneo de la aristocracia de los primeros años del siglo XIX. Tirando de hemeroteca, los vecinos de Son Armadans ya denunciaban en 1995 los problemas de limpieza y de contaminación acústica ocasionados por el botellón, los bares y discotecas. Hasta tal punto, que en esa época el cura de la parroquia de Santa Tereseta tuvo que instalar una reja mecánica en la entrada de la iglesia para evitar que los jóvenes accedieran a la entrada del edificio, que aparecía cada mañana repleta de botellas y bolsas. Ver para creer.

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Catalina Llompart, presidenta de la Associació de Veïns de Son Armadans. FOTOS: Jaume Morey

Son Armadans se caracteriza por su carácter eminentemente residencial, en el que viven familias acomodadas, que intenta conservar su pasado glorioso, con toda una serie de casas protegidas por su gran valor arquitectónico e histórico. Limitado por Son Dureta y Son Vida, el barrio recibe su nombre de una antigua posesión de la que aún se conserva la torre, construida probablemente por encargo de Joan Ot Armadans, que resultó muerto en un duelo a manos del dueño de la fronteriza posesión de Son Espanyolet.

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La finca ya aparecía documentada en el mapa del cardenal Despuig (1875) que, antes, en el siglo XVIII, había sido propiedad del marqués de Bellpuig. Contaba con una extensión de 270 hectáreas y estaba cultivada en su mayor parte por almendros y de trigo. Fue con Ferran Truyols Dameto con quien se empezó el proceso urbanizador, que fue llevado a cabo primero por Lluís Fàbregues y, en su parte final, por Joan March Ordinas.

El antiguo club de tenis de Son Armadans dio paso a un espacio verde conocido ya como el 'parque de la discordia' por la cantidad de botellones que se celebran durante el fin de semana. Enclaustrado por bloques de viviendas, se ha convertido en un quebradero de cabeza más para los vecinos. «El eco es terrible. Entre la gente bebiendo y hablando con un tono de voz altísimo y los vecinos quejándose, el ruido es ensordecedor. No se puede dormir», apunta Catalina Llompart, presidenta de la asociación de vecinos.

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El 'parque de la discordia', entre Joan Miró y Federico García Lorca.

El ruido no es el único problema que afronta el barrio. Apunta la Associació de Veïns de Son Armadans que necesitan un local para que los vecinos sepan dónde acudir cuando tienen un problema, así como comenzar a dinamizar la barriada, una de sus asignaturas pendientes. Además, Son Armadans lleva años pidiendo una actuación en las antiguas piscinas de s'Aigo Dolça, abandonadas desde hace décadas y que, tras años de espera, comenzarán las obras en un par de semanas, con vistas a inaugurar el nuevo equipamiento deportivo a finales de este 2022.

Sin olvidar el futuro del complejo de Son Dureta, que se convertirá en un centro sociosanitario, y que la entidad vecinal solicitó al Consistorio palmesano que se pudiera acceder al bosque de Bellver de allí; o la esperada reforma del Paseo Marítimo. Con varios años de retraso, el proyecto costará 43,1 millones y será compatible con la implantación del tranvía. Las obras contemplan la reducción de los tres o cuatro carriles por sentido existentes en la actualidad, según los tramos, a solo dos por carriles por sentido. Se incrementarán además los pasos de peatones de forma relevante, pasando de los doce actuales a los veintiséis previstos en el proyecto.

El apunte

La polémica fachada de José Luis Mesas

El artista José Luis Mesas empezó en enero de 2020 el proyecto de convertir la fachada del Hotel Artmadams, en Son Armadans, en una gran obra de arte, pintando un mural de grandes dimensiones en la fachada y los laterales del edificio emblemático que diseñó el arquitecto Guillem Forteza.

Desde que la nueva fachada vio la luz, el Ajuntament de Palma ha mostrado su total negativa a la obra, al considerar que su impacto visual chocaba con la singularidad y austeridad de la barriada. Más de un año después, el dueño de este establecimiento hotelero sigue en lucha con Cort para lograr su legalidad.