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C. VENY/ J. M. SASTRE El destino de la antigua maquinaria del emblemático taller de cuchillos de Can Ponset de Manacor puede estar lejos de Mallorca. La familia propietaria ha recibido serias ofertas de compra desde Italia y Alemania por unas piezas valoradas en unos cinco millones de pesetas. Si finalmente las piezas se venden al extranjero será el fin de la empresa de la familia Gelabert, que durante 125 años regentó un negocio artesanal con clientela en toda la Isla.

Del antiguo taller familiar de escasos metros cuadrados sólo quedan intactas el conjunto de piezas de maquinaria de «incluso antes de la llegada de la electricidad», recuerda con nostalgia el propietario de la última generación de ganiveters que existe en la ciudad de Manacor, Bernardí Gelabert. El inmueble de Can Ponset presenta actualmente un estado ruinoso que comenzó cuando hace 18 años el mítico taller de cuchillos cerró sus puertas definitivamente.

El hijo del propietario del taller, Ponç Gelabert, explicó: «Como para nuestra familia las piezas del taller tienen un especial valor sentimental, las ofrecimos al Ajuntament de Manacor para que nos las comprara con la finalidad de restaurarlas y exponerlas, pero faltó presupuesto. Ahora hemos recibido peticiones de compra de señores de Italia y una familia Alemana. Sin embargo, aún no hemos firmado nada».

La antigüedad de las piezas del taller de Can Ponset las hace únicas. Además, muchas de ellas funcionan de forma totalmente manual. El legado de Can Ponset es una cisalla para cortar acero, una máquina perforadora, un troquel, unas afiladoras y un antiguo horno para forjar son algunos de los instrumentos de más valía de esta industria artesana.

Bernardí recuerda que hizo cuchillos «desde los 14 años hasta que se cerró el negocio». «Al final ya no era rentable porque no podíamos competir contra la masiva industrialización del acero». Ponç Gelabert afirma que «la gente hecha de menos los cuchillos hechos a mano, porque son los que más duran. Prueba de ello es que desde que cerramos han seguido viniendo antiguos clientes para ver si nos quedaba algún cuchillo».