Una de las misiones del Dimoni es mantener el corro de público con su garrote. Foto: J.M.S.

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Con el mismo guión de los últimos 600 años pero con más frescura que nunca a pesar del sol y la elevada temperatura, los Cossiers de Algaida hicieron posible una vez más el mágico reencuentro entre los vecinos de la localidad y la tradición. Una tradición a la que los algaidins no quieren acostumbrarse y por la que se dejan asombrar y emocionar año tras año, sabedores quizá de que están en posesión de un tesoro que les identifica y representa.

Mientras en el interior de la iglesia de Sant Pere i Sant Pau se celebraba la misa de la fiesta, en el exterior los más pequeños del municipio esperaban ansiosos al Dimoni, la reencarnación del Mal que si por una parte facilita las danzas a los Cossiers abriéndoles el corro de la multitud, por otro lado tiene como antigua misión desbaratar la ceremonia.

Una vez en el exterior del templo los Cossiers realizaron su repertorio de danzas al ritmo de las músicas de los xeremiers, flabiol y tamborino. Entre baile y baile, los danzadores intentaban hacer frente a la calor bebiendo agua fresca mientras los más pequeños tenían el punto de mira puesto en la campanilla que porta el Dimoni a modo de rabo.

Las tres parejas de Cossiers fueron este año: Jordi Joan, Tomeu Salas, Joan Antoni Oliver, Xesc Barceló, Antoni Barceló y Pep Pou. La Dama estuvo interpretada por Mireia Mulet y el Dimoni por Miquel Ballester.