Los Cossiers bailaron una hora en el campo de fútbol, en diferentes puntos y sobre un catafalco. | Emilio Queirolo

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Los Cossiers recuperaron este domingo parte de la esencia festiva arrebatada el año pasado por la pandemia. Los tradicionales bailes en honor a la Mare de Déu d'Agost, que dan el sus a las fiestas de Sant Bartomeu, se interpretaron a las 19.00 horas en el campo de fútbol Es Revolt, ante un millar de personas que, previamente, habían solicitado una entrada para poder disfrutar del espectáculo. Antes danzaron en la plaza del Ajuntament, pero sin público.

Este año, con aforo limitado y con todas las medidas de seguridad, Montuïri pudo disfrutar de una tradición que, a excepción del año pasado, se celebra con público desde 1750. Los que no pudieron acceder a una entrada tuvieron la oportunidad de seguirlo a través de las redes sociales.

Los Cossiers bailaron, el verano pasado, en el Puig de Sant Miquel solo con los protagonistas y las cámaras especializadas, que llevaron las danzas y un brot de alfabaguera virtual a todos los rincones.

Este domingo, en el campo de fútbol había mucha emoción a flor de piel. A las 19.00 horas el calor era intenso y había un baile de abanicos entre el público pero lo que realmente esperaban con ansia las personas congregadas eran la salida de los Cossiers y el Dimoni. Banyeta verda, banyeta verda! se podía oír con intensidad. Con el primer baile, ‘Flor de Murta', llegaron los fuertes aplausos.

Los protagonistas realizaron sus danzas tradicionales en diferentes puntos del campo de fútbol para que todos los asistentes, sentados y con mascarilla, pudieran verlos de cerca. También bailaron en un catafalco.

Los Cossiers fueron Tomeu Fullana (Dama), Toni Bergas, Tomeu Verger, Joan Albert Cerdà, Toni Nicolau, Toni Miralles y Pere Servera. Joan Mesquida se metió en la piel del Dimoni.

Esencia

La ‘Gallineta Rossa', ‘El Rei no podia' o ‘Els Mocadors' fueron algunas de las danzas interpretadas. Pese a que la esencia de los Cossiers es recorrer el pueblo seguido por los vecinos y en Banyeta Verda dando llandarades, tras un año sin vivirlo de manera presencial se pudo volver a sentir de cerca el aroma de la alfabaguera y el latido de la tradición.