¿Cómo llegó a Montuïri?
—Hace tres años decidimos venir a vivir a Mallorca por temas profesionales y para mejorar nuestra calidad de vida. Una vez aquí, surgió la oportunidad de lanzar un proyecto de juventud en el municipio y empezamos a redactar un plan estratégico de juventud durante el pasado mes de octubre. Por parte del Ajuntament se apostó por tener a una persona que se dedique a trabajar directamente con los jóvenes y se me ofreció la oportunidad.
¿Qué se contempla en este plan director?
—Apostamos por un modelo de participación integrador que dé visibilidad a los jóvenes dentro de la sociedad. Empezamos escuchando cuáles son sus necesidades para, después, hacer un diagnóstico y extraer las reglas para trabajar a cuatro años vista.
Recientemente se ha abierto el Espai Jove. ¿Cuál es la finalidad de estas instalaciones?
—Es un espacio de referencia juvenil donde se han habilitado diferentes espacios en los que se promoverán relaciones saludables, se potenciará su autonomía y, también, su crecimiento personal. Desde este espacio impulsaremos que los jóvenes conozcan sus propios intereses y les acompañaremos a descubrirlos para que puedan conseguir un modelo de vida estable y seguro. Nuestro objetivo es, básicamente, acompañarles y conseguir que se sientan cómodos y marquen sus reglas, siempre respetando las normas sociales y de respeto. Les damos la oportunidad de saber cómo hacer el cambio de ser un niño a ser un adulto responsable porque no están preparados para dar este paso. Hasta ahora, siempre han hecho lo que un adulto les ha marcado y nosotros les acompañaremos en este proceso, tanto en temas lúdicos como de formación.
¿Los jóvenes no están integrados en la sociedad?
—Sí lo están, pero como jóvenes. Son un sector que no tiene su propio espacio, como sí lo tiene la tercera edad, por ejemplo, y tampoco tienen movilidad. Debemos propiciar a que no tengan miedo a llevar a cabo cualquier iniciativa y les debemos dar visibilidad dentro del mundo social, económico y político. En este sentido, este verano, un grupo de jóvenes han colaborado con el torneo de futbito del pueblo y lo han disfrutado. Si se les da la oportunidad, los jóvenes se implican muchísimo.
¿Cómo ha afectado la pandemia del coronavirus a los jóvenes?
—Tanto los niños como los jóvenes son los que mejor se han portado y más lo han padecido. De hecho, se ha decido abrir el Espai Jove para favorecer las relaciones que no han tenido durante la pandemia porque los jóvenes están en la etapa que deben encontrar sus grupos de pertenencia y han acudido a las pantallas como forma de relacionarse. Ahora, ellos mismos tienen la necesidad de salir, relacionarse y encontrar su espacio.
¿Y acuden a este servicio o es difícil que decidan venir al Espai Jove?
—No es difícil, pero sí que es lento. Primero tienen que formar un hábito, lo deben integrar y se tienen que sentir cómodos para después dar el paso de venir. Muchos jóvenes han encontrado la confianza en sí mismos para dar el paso y abrirse porque aquí no los juzgamos ni etiquetamos. Solo les acompañamos en su etapa juvenil para una mejor autonomía.
¿Qué servicios encuentran en el Espai Jove?
—Lo hemos divido en diferentes áreas funcionales: zonas de juegos, de relax, para ver películas o jugar con videojuegos, un espacio de autoconsulta con ordenadores y carpetas con información académica y de ciclos formativos y otro en el que hacer deberes escolares o trabajos en grupo.
¿El espacio de estudio tiene la finalidad de luchar contra el abandono escolar?
—En la vida de los jóvenes está implícito hacer deberes y aquí se quiere normalizar este hecho. El abandono escolar se da cuando salen de la escuela, de su zona de confort, y no encuentran el acompañamiento en su ritmo educacional o no se respetan sus ritmos. Desde este nuevo servicio trabajamos mano a mano con los centros para ayudar a los jóvenes a saber qué les pasa y dar visibilidad y normalidad a los cambios que sufren.
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