Juan José Segura ha sido reconocido por la reina Isabel II por su trabajo. | JOAN LLADO

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Hace algo más de diez días, un vídeo grabado a través del teléfono móvil nos mostraba de la forma más cruda el primer accidente mortal ocurrido esta temporada en Mallorca con los balcones de hoteles y apartamentos como escenario. Precipitado para unos, víctima de ‘balconing' para otros, la Asociación Hotelera de Palmanova y Magaluf quiso señalar a través de un comunicado que esa práctica, la del ‘balconing', ha sido desterrada ya de nuestro destino turístico, definiendo la caída como la temeridad de un joven que probablemente habría abusado durante la noche del alcohol y las drogas. Juan José Segura (Sevilla, 1985) lleva casi una década tratando de cerca a turistas, casi todos jóvenes, la mayoría británicos, que son protagonistas de este tipo de accidentes. Él, con la Orden del Imperio Británico en la solapa gracias a su aportación en este tipo de casos, difiere de los hoteleros a la hora de poner esa etiqueta maldita, que ellos reservan a quienes tratan de alcanzar la piscina saltando desde el balcón de su habitación.

¿Cómo se define entonces un ‘balconing'?
—Nosotros no distinguimos entre si se trata de una caída voluntaria o accidental. Nos fijamos más en otros factores, como el uso de sustancias estupefacientes o el consumo de alcohol. Con esos condicionantes, según nuestro criterio, se podría hablar de ‘balconing' aunque se trate de una acción temerosa pero involuntaria. Por ejemplo, los casos en los que se produce la caída al intentar pasar de un balcón a otro porque simplemente se han olvidado las llaves, no se podrían catalogar dentro de este fenómeno. En todo caso, y más allá de la nomenclatura, se mantiene en las Islas un serio problema que debemos intentar atajar.

Llama la atención que estos casos sucedan sobre todo a jóvenes de una nacionalidad en concreto, la británica, y especialmente en un destino, Magaluf.
—Para ello se conjugan varios factores. La cultura del alcohol allí difiere de la que puede existir en el área mediterránea, con un consumo más explosivo, de fin de semana, y en mayores cantidades. También se dan casos en Sant Antoni e incluso entre alemanes en Platja de Palma, pero Magaluf tiene asentado un modelo turístico que está basado en el sol, la playa, y también en ese ingente consumo etílico.

Algunos hoteles tratan de ubicar a los turistas más conflictivos en las plantas inferiores, y mucho se ha hablado de la altura de las barandillas. ¿Cabría una solución radical al estilo de convertir esos balcones en jaulas?
—Antes de llegar a eso se están realizando campañas de sensibilización en origen y en destino, y la sensación que tenemos es la de que están funcionando. Los accidentes se habían reducido antes de la llegada del coronavirus, y ahora nos toca esperar para ver qué comportamiento se da durante los próximos meses de verano.

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Esas campañas suelen versar sobre la importancia de que el grupo de amigos se mantenga unido, que no se le deje solo a nadie, más todavía si se encuentra bajos los efectos del alcohol o las drogas.
—Así es, y son campañas que como digo funcionan, especialmente en origen. Pero el Decreto de Excesos, con sus limitaciones al alcohol en el Todo Incluido o con el cierre de licorerías a primera hora de la noche también puede servir para plantar cara al ‘balconing'. Si reducimos el grado de intoxicación etílica reduciremos el número de accidentes relacionados.

Cuántos turistas puede haber atendido tras caer de un balcón?
—No tenemos hecho ese recuento, pero son docenas de ellos. Algunos fallecen, y otros quedan en silla de ruedas para toda la vida.

¿Cree que este verano, tras dos años de pandemia con todas sus restricciones, y con la Isla a rebosar de turistas, podría repuntar el número de casos?
—Yo espero que no, pero como es lógico, con la enorme población flotante que se reunirá este año en Mallorca, se volverá a vivir la presión asistencial que existía cada temporada antes de la llegada del coronavirus, especialmente por politraumatismos. No será un año peor que otros, pero sí habrá que arremangarse porque habrá más urgencias y más accidentados que en los dos últimos años.   

¿Mantiene después algún tipo de contacto con alguno de esos jóvenes precipitados en hoteles y apartamentos de la isla?
—No, una vez que son tratados aquí y pueden retomar el viaje a sus países de origen, ya son atendidos por sus servicios sanitarios. Pero sin duda les queda el recuerdo de una situación traumática, y entiendo, aunque no lo haya hablado con ninguno de ellos, que tanto ellos mismos como sus familias quedan para siempre marcados por lo que ocurrió, y no desean volver a oír hablar de Mallorca.