Imagen de la celebración del sopar a la fresca en Binissalem este viernes. | Pilar Pellicer

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Binissalem engalanó el viernes sus calles y los vecinos sacaron a la calle mesas, sillas, mantelerías y vajillas de barro con sus escudelles para convertirse en los perfectos anfitriones en una de las veladas más especiales del año: el ‘sopar a la fresca’ de la Festa des Vermar. Se calcula que más de 18.000 personas se desplazaron desde todos los rincones de Mallorca invitados por amigos y familiares, justo al día siguiente de los también multitudinarios fideus des vermar en Ca n'Arabí.

Muchos de ellos aprovecharon las frecuencias especiales de trenes que habilitó Serveis Ferroviaris de Mallorca desde las 20 horas y hasta pasadas las tres de la madrugada, de modo que sobró tiempo para una buena sobremesa y disfrutar de la noche. Los trenes especiales salieron desde las estaciones terminales, Palma, Inca, Manacor y sa Pobla, de modo que miles de personas pudieron librarse de las dificultades para aparcar que se dan cada año, pese a que se habilitaron varias zonas de aparcamiento en el polígono, en el Camí de Pedaç, en el Camí de l’Aigua y en el Camí de Son Roig, al otro lado de la carretera vieja. Asimismo, la Policía Local y los voluntarios de Protecció Civil cortaron una veintena de calles para disponer vías de salida de emergencia y facilitar los accesos a pie a otras zonas.

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En tren o en coche, a partir de las ocho de la tarde por todos los accesos al casco urbano de Binissalem llegaba gente cargada con ensaimadas, cocas o algún detalle para compartir en la mesa y agasajar a sus anfitriones. Mientras, en la cocina de cada casa, los encargados de preparar el plato estrella, los fideus de vermar, se afañaban en darle los últimos toques a un guiso que tiene sus orígenes en la comida con la que antaño las bodegas obsequiaban a sus trabajadores al finalizar la vendimia. Esta tradición continúa viva y de hecho, cada año la familia Roses la sigue recreando para más de 500 comensales.

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Este año, la Tercera Edad de Binissalem ha sido la encargada de repartir las 2.234 botellas de vino que los vecinos pudieron adquirir a un precio simbólico de dos euros, a razón de una botella por cada seis comensales. Este año, las bodegas de Binissalem que han aportado el vino, en función de sus existencias, han sido José L. Ferrer, Vins Nadal, Can Verdura y Can Fumat.

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Para amenizar la velada, un total de diez colles de xeremiers recorrieron el pueblo calle a calle para poner la banda sonora a una celebración muy arraigada. Para incentivar la elegancia y el uso de elementos rústicos y tradicionales en la decoración, no faltó el Concurs de Taules Endiumenjades, con premios entre 100 y 300 euros para las mesas mejor decoradas. También se premiaba el uso de materiales reutilizables y reciclados, pues todo cuenta a la hora de reducir la huella ecológica de una celebración tan multitudinaria.

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El alcalde de Binissalem, Víctor Martí, paseó entre las mesas dispuestas en las calles para saludar a unos y otros, mientras que a la una de la madrugada, los que seguían disfrutando de la velada fueron sorprendidos por un pasacalles tenebroso a cargo de la Fil·loxera de l’Infern y su espectáculo Malson. La Festa des Vermar continúa este sábado con el desfile de carrozas, la Fira del Vi en el Parc de sa Rectoria y una verbena.