Juan Pablo II afirmó ayer tras beatificar al polémico Pío IX , del
que dijo que «fue calumniado», a Juan XXIII y a otros tres
sacerdotes, que la Iglesia, elevándolos a los altares, no celebra
«particulares hechos históricos» por ellos realizados, sino que lo
que reconoce es la santidad y sus virtudes.
De esta manera, sin referirse directamente al último Papa-Rey,
Juan Pablo II salió al paso de las fuertes críticas que ha
levantado, incluso en la misma Iglesia, la beatificación de Pío IX,
acusado de ser antisemita, totalitario, retrógrado y contrario a la
unidad de Italia.
Juan Pablo II afirmó que Pío IX vivió una época tormentosa (la
caída del Estado Pontificio y la unidad de Italia), pero que en
esos momentos turbulentos «fue ejemplo de incondicional adhesión a
la Verdad revelada, fiel a sus compromisos y siempre puso por
delante el primado absoluto de Dios».
«Su larguísimo pontificado no fue fácil y sufrió mucho. Fue
amado, pero también odiado y calumniado», subrayó Juan Pablo II,
que agregó que, sin embargo, fue en medio de esos contrastes «donde
brillaron sus virtudes».
Aseguró que esas «prolongadas tribulaciones» fueron las que
fortalecieron su confianza en la Providencia.
Lo consideró una persona muy serena, que convocó el Concilio
Vaticano I para clarificar «con magistral autoridad algunas
cuestiones» (Pío IX aprobó el dogma de la infalibilidad del Papa),
confirmando -dijo- la armonía entre la razón y la fe.
Destacó que era muy devoto de la Virgen María -al igual que él y
recordó que proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción.
De Juan XXIII resaltó que la imagen que tiene todo el mundo del
«Papa Bueno» es la de una cara sonriente y dos brazos abiertos en
un abrazo al mundo entero.
«El viento de novedades por él traído no fue sólo de doctrinas,
sino el modo de exponerla. Nuevo fue el estilo de hablar y de
actuar. Fue con este espíritu con el que convocó el Concilio
Vaticano II», subrayó el anciano Pontífice.
El Obispo de Roma añadió que el Vaticano II abrió una nueva
página en la historia de la Iglesia y los cristianos se sintieron
llamados a anunciar el Evangelio con renovado ímpetu.
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