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La idea de sustituir las monedas de uno y dos euros por billetes, a imagen de lo que ocurre en Estados Unidos, donde los estadounidenses mantienen un fuerte vínculo con su billete de un dólar, se extiende entre algunos dirigentes europeos, especialmente entre griegos e italianos. La razón invocada es de orden puramente psicológico, pero las consecuencias de esta medida sería, a su juicio, reales sobre la economía: con la introducción del euro los consumidores han perdido sus referencias sobre el valor del dinero, lo que ha facilitado la elevación de los precios.

Los que apoyen esta medida consideran que la sustitución de las monedas de uno y dos euros por billetes les daría un valor más evidente a los ojos de los consumidores y permitiría limitar la inflación.

En Grecia, hasta la entrada del euro, los billetes más pequeños en circulación eran los de 100 dracmas, es decir, menos de 30 céntimos de euro. El valor de las monedas era pues casi despreciable. Es por ello que ahora los ciudadanos no se toman en serio el valor de las monedas y, a modo de ejemplo, un cliente de un restaurante ateniense señala que «antes, cuando dejabas una propina, llegábamos de dar un billete. Ahora, nos da vergüenza dejar algunos céntimos de euro, a pesar de que, de hecho, vale más de lo que dejábamos antes». El ministro griego de Economía, Nicos Christodulakis, que preside el Eurogrupo, ha prometido en todo caso defender la idea e intentar «allanar el terreno» ante sus colegas.