El magistrado Mark Hedley, del Tribunal Superior de Londres,
autorizó al hospital de Portsmouth a que no reanime a la niña de
once meses Charlotte Wyatt si su estado empeora y deja de respirar,
como ha ocurrido en otras tres ocasiones.
Los médicos habían alegado que el bebé está «inmerso en el
dolor», que su estado es irreversible y que no superará la
infancia, pues sufre problemas cardíacos, pulmonares y de otros
órganos vitales, y no puede respirar ni alimentarse con
normalidad.
Sus padres Darren y Debby Wyatt, sin embargo, alegaban que la
pequeña es una «luchadora» a la que hay que proveer de todos los
tratamientos disponibles y que era posible un milagro que le
permitiese llegar a la vida adulta y recuperarse.
Pero, al dar a conocer su extenso fallo, el juez dijo que la
posibilidad de que Charlotte sobreviva otros doce meses es «mínima,
por no decir inexistente» y que someterla a un tratamiento
«agresivo» sólo retrasaría un poco el momento de su muerte.
La pequeña debe tener ahora tres cosas: «Todo el confort
posible, todo el tiempo posible para pasar en presencia y contacto
con sus padres y que llegue a su fin» bajo el cuidado «de los que
más la quieren», concluyó el juez.
Su trascendental fallo, como él mismo lo definió, fue aceptado
con tristeza por los padres de la niña, que anunciaron, en
cualquier caso, que no apelarán.
Charlotte Wyatt nació tres meses prematura, con sólo 500 gramos
de peso, y desde entonces no ha abandonado el hospital de
Portsmouth y precisa de constante suministro de oxígeno.
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