Así lo dijo en rueda de prensa el enviado especial adjunto del
organismo para esa catástrofe natural, Eric Shwartz, quien esta
semana señaló que «los peores días han quedado atrás, pero la
magnitud de la destrucción es todavía enorme».
Shwartz recordó la conmoción mundial tras el paso de la ola
gigante que azotó a doce países asiáticos el 26 de diciembre de
2004, segó al menos 220.000 vidas, dejó decenas de miles de
huérfanos y forzó el desplazamiento de dos millones de
personas.
Tras admitir que la ayuda de emergencia de la comunidad
internacional no tuvo precedentes -con la aportación de 13.600
millones de dólares-, reconoció que aún hay un largo camino que
recorrer.
En ese sentido, hizo hincapié en la devastación física que
provocó la ola gigante, con más de 3.200 kilómetros cuadrados de
terreno en ruinas y 430.000 casas completamente destruidas.
Shwartz, asistente de Bill Clinton -enviado especial de la ONU-,
indicó que la prioridad del ex presidente de EEUU es presionar a
los países donantes para que sigan prestando atención a las
poblaciones afectadas. También Deepak Bjattasali, represente del
Banco Mundial (BM), aprovechó la ocasión para subrayar que pese a
«iniciarse poco después del desastre, la reconstrucción podría
requerir de cinco o diez años para completarse».
Afirmó que el proceso implica no sólo mejorar las condiciones de
vida de los damnificados, sino también acelerar el crecimiento de
la economía, con la creación de puestos de trabajo, y restituir la
capacidad institucional de los respectivos países.
Reconoció que los resultados en la reconstrucción han sido
dispares en los varios países afectados por el maremoto pero señaló
que «existe una satisfacción de que el proceso va por buen
camino».
Johan Schaar, de la Cruz Roja Internacional, destacó la
importancia del plan de acción para 2006-2010 a fin de contribuir a
largo plazo en la recuperación de las zonas afectadas por el
«tsunami».
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