Cada cual lo hizo a su modo, pero todos públicamente, de tal manera que incluso Granma, órgano del Partido Comunista de Cuba y periódico oficial, publicó reseñas anunciando las tres celebraciones.
Tales iniciativas reunieron a muchos de los 11 millones de cubanos que todavía mantienen sus devociones en una mezcla de elementos sincréticos que confluyen en asombrosa armonía.
Una armonía que permite conciliar a la perfección que un sacerdote de la Santería cubana pueda ser también un sacerdote del palo monte o Regla Conga y que conserve sus santos cristianos, pues fue bautizado en el catolicismo y no reniega de ellos.
Los ruegos llevan un sello de solidaridad o humanismo, pero no todos son de simpatía con el presidente. El régimen socialista proclamado en 1961 tuvo fuertes bases ateas, lo que provocó la nacionalización de numerosas propiedades de la Iglesia, la expulsión de sacerdotes y el fin de su acceso mediático.
La Iglesia respondió con la satanización del régimen, que llevó a fuertes choques en la década de los años sesenta, una posición distante en los setenta y ochenta y un acercamiento tras la visita de Juan Pablo II en 1998.
Las demás religiones y credos fueron marginados y mal vistos durante décadas, hasta 1992, cuando se pronunció por la libertad e igualdad religiosa en el país.
En las circunstancias actuales, y mas allá del elemento humano, una posible desaparición de Castro hace ver al gobernante como un factor de equilibro, y su salida de escena causa inquietud.
«Es un tambor por la tranquilidad y la paz, y si ellas dependen de la salud del Comandante, pues salud y larga vida para Fidel», dijo un santero antes de comenzar una ceremonia rogativa.
Y es que la enfermedad de Castro ha creado «un momento especialmente significativo» para Cuba, según reconocieron los obispos católicos, quienes confiaron a la patrona nacional, la Virgen de la Caridad del Cobre, «todo cuanto preocupa en esta hora» con «un hondo deseo de paz y de convivencia que no pueda ser perturbado por ninguna situación externa o interna».
En definitiva, Cuba alza sus plegarias a Dios, pero lo hace no para que Fidel sea eterno, sino para que esté el mayor tiempo posible donde sea más útil.
Mientras tanto, las empresas autóctonas empiezan a pensar en abrir fronteras y Washington prepara nuevas normas para la reunificación de familias cubanas en caso de que se produzca un cambio de régimen.
Los Estados Unidos, así como Latinoamérica, esperan un éxodo desde la isla y la naturalización de numerosas personas.
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