Por primera vez Rumanía permite votar en el extranjero. g Foto: EFE

TW
0

Tienen fama de buenos trabajadores, de tener iniciativa y ganas de integrarse en un país que les ha acogido bien, pero les duele que los españoles relacionemos a su país, Rumanía, con la delincuencia. Hoy es el colectivo de inmigrantes más numeroso, un colectivo que desde 2003 se ha multiplicado por cinco.

Según el padrón de 2008, los rumanos que viven y trabajan en España suman ya 728.967, casi seiscientos mil más que en 2003, lo que les sitúa a la cabeza del ránking de la inmigración por países, por delante de marroquíes (644.688), hasta hace poco los más numerosos, y ecuatorianos (420.110).

La supresión del visado para entrar en España, vigente desde 2002, la regulación de ilegales de 2005 y, sobre todo, el ingreso de Rumanía en la Unión Europea, el 1 de enero de 2007, explican el incremento espectacular que, con el nuevo siglo, experimentó la llegada de rumanos a la búsqueda de «El Dorado» español.

Hoy, la víspera de la Fiesta Nacional de Rumanía, sus emigrantes -más de dos millones, según reconoce el Gobierno del país, cifra cuestionada desde ámbitos que la consideran más abultada- podrán participar, por vez primera, en unas elecciones legislativas.

Los rumanos de la diáspora ejercerán su derecho al voto en los 221 colegios electorales repartidos por el mundo, veinte de los cuales -la mayor cifra de toda Europa- estarán en España, en lugares como Madrid, Bilbao, Ciudad Real, Castellón, Barcelona, Murcia, Valencia y el corredor del Henares madrileño, en Alcalá de Henares, Coslada y Torrejón de Ardoz.

En estas tres poblaciones madrileñas se concentra una más que numerosa comunidad rumana, un colectivo que, reconocen en el Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz, «ha generado un dinamismo a nivel económico, inmobiliario y laboral sin precedentes en la historia de la ciudad».

Se trata de hombres y mujeres jóvenes, mayoritariamente de entre 20 y 44 años, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Campesinos, profesionales o trabajadores cualificados de las ciudades que huyeron de la crisis social y económica que se agudizó en los años posteriores a la revolución que hizo caer a Ceaucescu y su dictadura comunista en 1989.

«El desmantelamiento del sistema socialista y las reformas posteriores -explica un estudio de la Universidad de Valencia- abrieron una gran fractura social, que se tradujo en el enriquecimiento de unos pocos, que supieron sacar ventaja de la liberalización económica, y el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría».

Al margen de «pequeños incidentes aislados que condenamos», la comunidad rumana «se ha sabido integrar bien» en España, asegura a Efe Andrei Luca, encargado de Asuntos Europeos en la embajada de Rumanía.