El líder de la iglesia ortodoxa rusa, Alexis II, falleció en Moscú a la edad de 79 años, a causa de una insuficiencia cardiaca, según informó el responsable del patriarcado en la capital rusa. Tanto el presidente ruso, Dmitri Medvedev, como el primer ministro, Vladimir Putin, declararon su pesar por el fallecimiento, y consideraron la muerte una «enorme pérdida».
Por su parte, desde el Vaticano, mostraron su más profundo pésame, a pesar de las difíciles relaciones que tenían con Alexis II, que nunca se reunió ni con Juan Pablo II ni con Benedicto XVI. El máximo líder ortodoxo fue criticado durante años por su fidelidad a los dictados soviéticos, sobre todo en materia exterior.
«Esta mañana, el decimoquinto patriarca de Moscú y todas las Rusias Alexis II falleció en su residencia», informó en un escueto comunicado el portavoz del Patriarcado de Moscú, en declaraciones a la agencia rusa Ria Novosti. Un responsable del patriarcado explicó que la muerte se produjo «por insuficiencia cardiaca».
El primer ministro ruso, Vladimir Putin, consideró la muerte del patriarca como «una enorme pérdida» y destacó que «fue una persona de gran sensibilidad humana», al término de su reunión con el primer ministro de Armenia, Tigran Sarkisian.
El presidente ruso volvió a Moscú ayer, tras cancelar un viaje que tenía previsto a Italia, para así participar en la despedida del líder ortodoxo. Por su parte, el ex líder soviético Mikhail Gorbachov se mostró consternado por el fallecimiento, y reconoció que «le respetaba profundamente».
Desde el Vaticano manifestaron su «profundo dolor» por la muerte de Alexis II, por medio de un comunicado del cardenal presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, monseñor Walter Kasper. En una nota difundida por la sala de prensa del Vaticano, Kasper resaltó que Alexis II «había sido llamado a guiar la Iglesia ortodoxa rusa en un periodo de grandes cambios».
Alexis Mijailovitch Ridiger, nombre secular del patriarca fallecido, ejerció en Moscú como jefe de la administración del patriarcado, y como responsable de las relaciones exteriores del mismo. Fue en ese puesto donde le llegaron las críticas, que le acusaban de una inquebrantable obediencia a los dictados de la política exterior soviética.
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