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La madre de Lily-Mae, una niña de cinco años, la llevó al hospital por una tos que no desaparecía, acompañada de varias erupciones en la piel. En Atención Primaria la atendió una enfermera en prácticas, para quien todo se debía a un virus. Sin darle demasiada importancia, la mandó a casa.

Dos días después tuvieron que volver, ya que los síntomas habían empeorado. El mazazo llegó cuando el médico que les atendió les dijo que en realidad el supuesto resfriado era leucemia, un extremo confirmado por los análisis de sangre.

La niña ha empezado a someterse a sesiones de quimioterapia, y sus efectos ya se dejan sentir. La madre, como es natural, se encuentra «bastante enfadada», porque la niña tendría que haber sido atendida desde el primer momento en que acudieron al centro hospitalario.

Asegura, además, que el personal sanitario le hizo sentir «una madre paranoica» la segunda vez que acudió, y que se pasaba de protectora con su hija. Añade que tanto ella como su marido están devastados, aunque se mantienen fuertes por ayudar a Lily-Mae.