El corazón empieza situado en la línea media del cuerpo pero acaba por colocarse a la izquierda, como el bazo. | Pixabay

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Una investigación ha logrado descubrir por qué, durante la formación del corazón en el embrión humano, este órgano empieza situado en la línea media del cuerpo pero acaba por colocarse a la izquierda, como el bazo, frente a otros órganos que terminan encajados en la zona derecha.

El hallazgo, publicado en el último número de la revista Nature, es fruto de una investigación de la Unidad de Neurobiología del Desarrollo del Instituto de Neurociencias, centro mixto de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), liderada por Ángela Nieto.

Según informa la UMH, el cuerpo humano muestra una simetría externa pero internamente tiene muchas asimetrías en la posición de distintos órganos, como hígado, corazón y bazo.

Sin embargo, todos los órganos aparecen en la línea media del cuerpo al principio del desarrollo embrionario y, a medida que éste avanza, cada uno se coloca en la posición concreta que le corresponde.

Este proceso es, según los investigadores, «fundamental para el empaquetamiento correcto de todos los órganos y para su óptimo funcionamiento» y en el caso concreto del corazón, su posición con el polo inferior que apunta a la izquierda es básico para que haya una concordancia adecuada con las venas y arterias.

La mitad de las alteraciones detectadas al nacer corresponde a malformaciones cardiacas y muchas de ellas tienen que ver con defectos en el posicionamiento del corazón.

Según explica Ángela Nieto, «el corazón aparece inicialmente en la línea media y sabemos que se desplaza a la izquierda. ¿Cómo? Porque hay unas células que una vez formado el primordio cardiaco llegan desde los dos lados del embrión hacia el centro. Pero llegan muchas más desde el lado derecho que del izquierdo y desplazan el corazón hacia la izquierda».

Hasta ahora, la opinión dominante era que había una serie de señales en el lado izquierdo del embrión que se reprimían en el lado derecho para que se produjera la asimetría.

Genes

El equipo de Nieto encontró lo que parecía apuntar a la existencia de otro mecanismo adicional, preponderante a la derecha: «Nos encontramos genes que se expresaban más en el lado derecho -explica-. Sabíamos que estos genes eran inductores de movimientos celulares, por lo que pensamos que podrían existir movimientos predominantes desde la parte derecha».

Los investigadores del Instituto de Neurociencias de la UMH hicieron primero estas observaciones en embriones de pollo, que es el modelo clásico, pero después confirmaron el proceso en pez cebra y en ratón, por lo que se trataba de un mecanismo conservado en distintas especies y, con ello, extrapolable a humanos.

«El pez cebra es transparente y podíamos estudiar mejor los movimientos celulares. Comprobamos que al anular la función de estos genes y con ello los movimientos de las células hasta el corazón, éste permanecía en el centro en las tres especies», ha explicado el coautor del estudio Óscar Ocaña.

También hallaron el origen de un defecto «importante», la mesocardia (cuando el corazón no se mueve de su posición inicial), una anomalía congénita de la posición del corazón, intermedia entre la situación normal y la dextrocardia (corazón a la derecha), en la que la «punta» del corazón está dirigida hacia la derecha.

Los genes inductores de los movimientos celulares son Snail y Prrx, implicados en los movimientos celulares que tienen lugar durante el desarrollo embrionario.

Según Nieto, «las proteínas producto de estos genes son las que convierten a una célula inmóvil en móvil. Cuando no funcionan, el embrión no progresa y se muere, porque en las primeras etapas del desarrollo embrionario hay muchas células que nacen muy lejos de su posición final y tienen que recorrer distancias grandes hasta alcanzar su destino».

Estos genes se desactivan al completarse el desarrollo embrionario pero a veces pueden reactivarse en el adulto y dan lugar a procesos patológicos como la progresión del cáncer.

En este estudio han colaborado investigadores de la Universidad de Málaga, del Instituto de Biología Molecular de Barcelona y de la Universidad de Dresden (Alemania).