Imagen de archivo de unas niñas jugando. | Pixabay

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Cada ser humano es único, pero la sociedad del rendimiento solo premia las fortalezas, no acepta las debilidades, y por tanto dificulta la expresión de la individualidad: desde que el niño nace se le presiona para lograr objetivos con expectativas que menoscaban su desarrollo personal.

«Tendríamos que preguntarnos por qué no aceptamos al niño tal y como es. Todos los niños, sin excepción, quieren autodesarrollarse y muchos padres tienen miedos existenciales de que su hijo en el futuro no consiga objetivos dentro de esta sociedad», explica en una entrevista el científico y pediatra suizo Remo H. Largo.

«Lo que hacen es empujar al niño, presionarlo... y eso no sirve de nada, lo único que se consigue es hacer que se sienta infeliz. Las expectativas de los progenitores las percibe el hijo y le menoscaban su desarrollo personal», indica Largo, que publica en España «Individualidad humana: qué nos hace diferentes y cómo aprovecharlo» (Ed. Debate).

El científico, con 40 años de experiencia en el ámbito de la pediatría, insiste en que los niños no van a desarrollarse más por el hecho de que padres o profesores pretendan que sobrepasen su potencial.

«Si a un niño le damos menos alimentos de los que necesita, crecerá menos, pero si lo sobrealimentamos no va a crecer más, lo único que conseguiremos es que engorde. Eso ocurre exactamente igual con todas nuestras capacidades o potencialidades», añade.

Largo, que considera que realizarse es una necesidad básica del ser humano, defiende que todos los niños quieren aprender y lograr cosas notables, pero a su ritmo y manera, y que las reprimendas y las normas estrictas de comportamiento no son fructíferas para un mayor desarrollo.

«Algunos padres pretenden realizarse con los hijos y esta actitud no hace sino evitar que sus hijos se realicen», critica.

El resultado de educar a los hijos para que encajen en una sociedad y en un sistema económico orientados al rendimiento y la competitividad, lamenta el pediatra, es que cada vez haya más niños y adolescentes frustrados y con síndrome de «burnout» -agotamiento extremo-.

«Nuestra sociedad y nuestro sistema económico solo quieren aprovechar nuestras fortalezas, estamos en una especie de competencia constante en el lugar de trabajo, en la pareja, en la escuela, y así no se pueden vivir las propias debilidades porque no pueden ser aceptadas».

El pediatra, que reivindica en su ensayo que la expresión de la individualidad es el único camino posible para el bienestar, cree que el ser humano nunca ha estado tan desconectado de sí mismo como ahora y que la falta de satisfacción generalizada se debe a que vivimos en una sociedad de individuos anónimos.

«El peligro de exclusión nos acecha sin cesar», «la seguridad emocional existe para la mayoría sólo como algo provisional» y «en la sociedad actual uno no se siente aceptado nunca» porque el individualismo ha segado la protección de la comunidad.

Durante cientos de miles de años, aclara Largo, los seres humanos vivían en pequeñas comunidades en las que todos se conocían y eran aceptados.

«Ahora nos enfrentamos día a día con muchísimas personas desconocidas y eso supone un gran estrés para el humano. Estamos hechos para vivir exclusivamente con personas conocidas y por eso ya no podemos vivir nuestra individualidad», subraya.

Largo considera que, o se revierte la situación hacia una comunidad más colaboradora y solidaria, o la sociedad enfermará. Además, a su juicio una o dos personas son insuficientes para educar a un niño.

«Vivimos como si pudiéramos prescindir de relaciones interpersonales estables y duraderas, pero la seguridad emocional y la estima social sólo pueden venir de relaciones en las que se pueda confiar y de una convivencia cooperativa. En el futuro, tendremos que volver a la familia y a la comunidad, aunque de una forma nueva».

¿Y por dónde empezar? El experto lo tiene claro: «Tenemos que cambiar la sociedad, y tienen que hacerlo las mujeres, tienen que pasar a la acción. Solo las mujeres son capaces de cambiar el entorno y hacerlo más amable. Formen un partido de mujeres, únanse», concluye.