Esta familia que vive en unas chabolas en el Molinar piden una casa en la que vivir. | Click

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Los Santiago Flores son un matrimonio de gitanos que vive en la zona de es Rotlet, del Molinar, de Palma. Joaquín Santiago Flores y María del Carmen Alcaide Moreno viven en una chabola con sus tres hijos, María Dolores, Joaquín y Abraham, a los que tienen escolarizados. Viven con lo que tienen, que no es mucho: una casita muy sencilla, una ayuda social de 700 euros mensuales y lo que sacan de la chatarra, que oscila entre 300 y 400 euros al mes. Que hay meses que es menos que eso. «Y con ello –matiza él–, nos hemos de arreglar cinco personas».

Buscando un hogar digno

Hablamos con ellos en el pequeño patio que hay delante de la casa, en el que nos llama la atención un cubo grande de basura, bastante lleno, «que cada vez que está hasta arriba, lo cojo y lo llevo al contenedor», asegura él. Por ello no debe de sorprendernos que esté todo limpio, excepto en un rincón donde se apila la chatarra, que nada tiene que ver con la basura.

«Aquí no hay narcos de Son Banya»

Habiendo aceptado vivir donde viven, pues no tienen otro lugar, dicen que darían cualquier cosas por hacerlo en condiciones mejores. «¿Habéis intentado trabajar en algo o buscar un trabajo?», le preguntamos. «Lo hemos intentado, claro, pero por ser gitanos no lo encontramos, dice Joaquín. Por desgracia, muchos siguen creyendo que robamos o que vendemos droga, pero es que no todos los gitanos somos iguales. Los hay que somos honrados, por lo cual nos gustaría tener un trabajo».

En cuanto a encontrar otra vivienda, aseguran que pese a las puertas que han llamado, entre otras la del IBAVI, no les han hecho caso.

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«No soy racista –dice él–, pero no puedo entender que vengan árabes, africanos, indios… No puedo entender que vengan, y que en una semana tengan un domicilio. Mientras que a mí, que he nacido aquí, que tengo mujer y tres hijos, que también han nacido aquí, no me dan una casa. No lo entiendo… ¡Y yo no me niego a pagar, eh! –continúa–. Porque yo pago hasta donde pueda llegar… Pero que nos den una solución, una ayuda».

Su mujer, María del Carmen, asegura que desde que estaba embarazada de la niña, «que va ya para los seis años», ha ido varias veces al IBAVI, donde «he hecho la solicitud tras explicar nuestra situación, diciendo que somos familia chabolista, que queremos una vida digna para nuestros hijos… Ellos se limitaron a decirme que nos ponían en una lista de espera… Tiempo después me llegó una carta con la resolución, que no era otra que me daban cuatro puntos, que no son nada en una lista del IBAVI. ¿Se imagina? Así que volví a ir, diciendo que habíamos aumentado la familia, entendiendo con ello que también habríamos aumentado la puntuación, pero de eso, nada, todo lo contrario. Un día me mandaron otra carta notificándome que, como no había renovado los papeles, me daban de baja».

Continúa afirmando que «por otra parte, aquí ha venido la trabajadora social, ha visto cómo vivimos, pero nada. Y no ha venido nadie más a interesarse por nuestra situación, y solo pedimos que nos faciliten una casa sencilla, pero digna. En cambio, sí vinieron los de la luz y se llevaron todo el cableado, dejándonos a oscuras, con niños pequeños y yo embarazada del tercero. Así nos dejaron, en pleno descampado, sin luz y sin agua, y no le dieron importancia… Y eso que desde hace 17 años, la familia de mi marido está pidiendo un contador, pero no hacen caso. ¿Qué hacemos entonces? Pues ponemos la luz para ver de noche y para que nuestros hijos se puedan bañar e ir limpios al colegio, y… –se rebela– ¿Pero... por qué tengo yo que pinchar la luz para que mis hijos se aseen si no me niego a pagarla? ¿Pero por qué…?».

Que vayan también su mujer e hijas

A Joaquín le encantaría poder hablar con el alcalde de Palma, José Hila, sobre todo para explicarle cómo es la situación que están atravesando. «Estaría encantado, no solo de poder hablar con él, sino de invitarle a que viniera a casa, a pasar un fin de semana con su esposa e hijas, con nosotros. Les daríamos cama, comida y todo lo que les hiciera falta. Y me gustaría que, sobre todo, vinieran cuando lloviera, o hiciera viento, para que vivieran lo que vivimos en esos días, que son muchos a lo largo del año. También, si viniera, le daría una vuelta por aquí, para que viera cómo vive la gente, y se diera cuenta de que en este lugar no hay sitio para la droga ni para quienes la venden».

¿Y sabéis lo más curioso? Pues que viviendo, ya no cómo viven, que es lo que le quieren enseñar al alcalde –que no podrán, porque no irá–, sino dónde viven, estén empadronados. ¡Sí! ¡Les llega la correspondencia! ¿Cómo se explica eso? ¿Existe una casa que no tiene cédula de habitabilidad…? Porque esa, seguro que no la tiene. Sin luz, sin agua, sin nada….