El número de lectores se mantiene al alza en Baleares, pero sigue casi un punto por debajo de la media nacional. | Archivo

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Los libros, los autores y la afición por la lectura no se agotan, es más, el número de lectores crece en todo el país, tímidamente, de acuerdo, pero el vicio de leer se extiende. En 2018, según datos del Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España, realizado anualmente por la Federación del Gremio de Editores (FGEE), Baleares mejoró su índice de lectura en nueve décimas. Eso es una buena noticia. Pero aún así se mantiene junto a otras ocho comunidades más por debajo de la media nacional, que se sitúa en el 61.8 por ciento, frente al 60.9 % de las Islas. Nuestra comunidad recibe otro curso más ese ?necesita mejorar? que todo el mundo se resiste a llevar a casa. Qué le vamos a hacer.

Seguro que leer no te da de comer, ni te hace más libre ni más sabio ni más nada. Menos tonto, en todo caso. Porque la lectura hay que considerarla siempre como la gimnasia de la mente. Por eso resulta preocupante que casi el 40 por ciento de los baleares no coja nunca un libro ni se anime a hacerlo. «Si no se adquiere el hábito de leer de pequeño, lograr un lector adulto es harto difícil, pero no imposible», recuerda con pesar el escritor Miquel Rayó, ahora profesor jubilado que se dedica a impartir conferencias dirigidas a fomentar la lectura entre los escolares de las Islas bajo el auspicio del Col.legi Oficial de Pedagogia i Psicopedagogia de Balears.

Ni la crisis económica, que dejó tiritando el sector editorial; ni las nuevas tecnologías o los dispositivos digitales de lectura, considerados hasta hace poco tiempo casi como una plaga en el mundo editorial; incluso la falta de un plan de fomento de la lectura ambicioso a nivel nacional y autonómico parecen entorpecer la creación de nuevos lectores. Aunque en este sentido, Miquel Rayó señala que sólo se fomentará con éxito el hábito de leer cuando todos los protagonistas del mundo de los libros ?escritores, editores, libreros, críticos... ? sean incluidos en una comisión permanente que analice la situación del sector. «Si no, seguiremos viendo cuatro pasquines publicados en los metros, anuncios bonitos y varias reediciones nuevas que no obtendrán el resultado esperado», lamenta el reconocido autor.

¿Cómo seguimos creciendo? Sant Jordi solo se celebra un día al año y la feria del libro, aunque la última edición (2019) finalizó con más visitantes y ventas que nunca, dura lo que dura.

Impedimentos para leer

La falta de tiempo es el motivo principal de los no lectores para explicar su falta de hábito (49,3 %), especialmente entre el grupo de población con edades comprendidas entre 35 y 44 años. Aunque en esta franja de edad, a María Barceló, presidenta del Gremi de Llibreters de Mallorca, le llama la atención que cada vez cuenta con más mujeres en su establecimiento que comienzan a aficionarse a la lectura después de que sus hijos se han hecho más mayores. «Son clientas fieles, muy interesadas en todo tipo de géneros y voraces lectoras. Quizá porque se están desquitando de años de sequía», explica Barceló sobre este perfil de lector.

Sin embargo, un 32,2 % señala que no lee «porque no le gusta o no le interesa», la misma razón que aduce la mitad de los no lectores con edades entre 14 y 24 años. Por su parte, el 36,5 % de los mayores de 65 años señala que las razones para no leer es que prefieren emplear su tiempo libre en otros entretenimientos, una cifra similar entre el grupo de población entre 14 y 24 años. Mientras que un 31,5 % de los mayores de 65 también señalaron motivos de salud. En este sentido, Miquel Rayó, que imparte la conferencia Libros imprescindibles para niños, jóvenes y familias lectoras a las asociaciones de padres y madres de la Isla, señala la importancia de que los progenitores estimulen el hábito lector en sus hijos: «El problema no es que un niño no se aficione a la lectura, sino que potencialmente pueda serlo y no lo sea por nuestra culpa».

Así, explica, la mejor manera para lograrlo pasa porque el menor tenga grabada en la retina la imagen de sus padres con un libro en la mano; que escuche muchas historias orales, ya sean anécdotas familiares, tradiciones o revisitar sucesos del día a día; que el menor tenga una pequeña biblioteca en casa; o que el centro educativo no ponga trabas a cualquier tipo de literatura. «En definitiva, que los libros estén presentes en su vida. Y eso no quiere decir que el chaval se convierta en un lector, pero seguro que ayuda», finaliza el escritor, que ha desarrollado su carrera literaria en el ámbito de la literatura juvenil, que recuerda con sorna que «si conociera el secreto para crear ávidos lectores, habría publicado un manual y ya sería rico».