Pese a la incertidumbre económica, aparecen oportunidades de negocio y nuevos proyectos gestados en el ‘contexto Covid’. | Teresa Ayuga / M. A. Cañellas Jaume Morey / Pilar Pellicer / Cristina Navarro
Yamil El Mernissi llevaba cinco años pensando en dejar su trabajo y montar su propio negocio de comida rápida sobre ruedas. Pero no fue hasta el pasado 28 de febrero cuando se despidió de su empleo como mánager de una tienda textil para cumplir su sueño.
Mientras el 9 de marzo se afanaba en los últimos retoques de Ay, Carmela, su ‘gastroneta' preparada para cocinar comida andaluza y marroquí, el presidente Pedro Sánchez anunció el estado de alarma y el confinamiento de todo el país. Todas sus previsiones se truncaron.
«Antes de poner en marcha el negocio, ya teníamos eventos cerrados hasta el mes de agosto. De repente nos encontramos con la mitad de la inversión hecha, la food truck sin terminar y con un solo sueldo entrando en casa. Y podemos dar gracias, porque mi marido no había dejado su trabajo. No nos quedó otra que seguir adelante», lamenta Yamil.
Hasta el mes de agosto no pudo arrancar su cocina móvil y trasladarla por toda la Isla, y durante esos meses de impasse pasó a ser rider de Glovo porque ya había comenzado a pagar la cuota de autónomos. «Agosto fue bien gracias a tres eventos en s'Illot, luego nos tocó parar un par de meses y ahora estamos en la Rambla de Palma hasta el 6 de enero con el mercadillo de Navidad. Primero venían amigos, ahora la caja es de clientes que vienen por el boca a boca. No podemos quejarnos», finaliza este emprendedor al que el coronavirus no le ha quitado las ganas de soñar.
Líderes en emprendeduría
Hasta un 40 % de los empresarios y emprendedores de Balears se vieron obligados a interrumpir su actividad por la crisis del coronavirus, pero los datos demuestran que, a pesar de estar inmerso en una segunda ola, el Archipiélago sigue estando en los primeros puestos del país en emprendeduría, incluso PalmaActiva confirmaba esta semana el interés de los palmesanos por el autoempleo.
Es el caso de Fernanda Pagliarulo, que se ha liado la manta a la cabeza y ha abandonado su trabajo en el sector de la construcción para abrir las puertas de Silkê en la plaza Barcelona; un negocio de depilación, tratamientos de peeling con carbón activo, eliminación de manchas de la piel y tatuajes. «Sé que no es el mejor momento para emprender, pero me había cansado de trabajar para otros. Llevo 21 años en Mallorca, pero soy oriunda de Argentina. Así que llevo en el ADN eso de derrumbarse y volver a levantarse. He vivido el corralito argentino y recesiones económicas en mi país y aquí.
Ahora llega una nueva acompañada por una crisis sanitaria, me queda poco por ver. Y si me vengo abajo, pienso que si tengo que meter mil horas en el negocio, lo hago para mí, no para otros. Y eso, le aseguro, te levanta el ánimo», apuntilla Pagliarulo.
El confinamiento dejó sin la posibilidad de escalar e impartir clases a Carles Pijoan, un catalán que lleva siete años residiendo en la Isla. Pero el tiempo muerto hizo que su creatividad se desbordara. Fruto de estos meses ha nacido Alive Climbingwalls, un negocio a la medida de él y su socio y amigo Sergi Roselló. «Construimos rocódromos adaptados a las casas de nuestros clientes. Son estructuras de diferentes tamaños, articulables, modulables y abatibles», explica Pijoan, al tiempo que señala que conoce bien el mercado de la escalada, un deporte en auge después del confinamiento, y está convencido de haber encontrado un nicho de mercado muy amplio. Si a esto le sumas que mucha gente ha descubierto las bondades de pasar más tiempo en casa y buscan adaptarlas a su gusto y necesidades, tienes un proyecto con visión de futuro.
«Nuestros rocos están pensados para escaladores que viven lejos y se ahorran un desplazamiento, pero también para familias con niños que hacen sus pinitos en el mundillo de la escalada o, simplemente, quieren que estén entretenidos», dice este emprendedor, que recuerda que su socio y él han creado un producto apto para el bolsillo de casi todo el mundo y fácil de montar.
Un negocio propio
Palma está llena de restaurantes, pero despuntar entre tanta oferta y con una pandemia de por medio, está al alcance de pocos. Es el caso del Noveno B, un proyecto en solitario de Javier Bedoya y su marido, Oleinik Espinosa, que ya tienen otros negocios de restauración en copropiedad en la Platja de Palma. Siempre habían querido montar algo propio en Ciutat, pero no se decidieron hasta después del confinamiento, tras pensar detenidamente el tipo de concepto. «Nos encontramos con un mercado de alquiler de locales comerciales a la baja y la posibilidad de elegir. Eso no había sucedido nunca en Palma –explica Bedoya–. Y aún quisimos ir con tiento. Abrimos con dos personas en cocinas y dos en sala, pero la respuesta ha sido tan positiva que el staff no deja de crecer.
Queríamos hacer algo diferente, más canalla, un poco como nosotros, y parece que el concepto está gustando. Los clientes son locales, los extranjeros que nos visitan están contados con los dedos de una mano, y todos son residentes», finaliza orgulloso.
Otros que emprenden en Palma por primera vez son el matrimonio formado por José Antonio Muñoz y Ana Sánchez, que el 26 de noviembre abrieron las puertas de Anita Cakes, en la calle Colom. Con una tienda funcionando a medio gas en Alcúdia por la ausencia de turistas, dos food trucks aparcadas por la falta de eventos y una más abierta en un centro comercial, decidieron invertir lo que les quedaba de un año desastroso en abrir un local en Palma. «Llevábamos años dándole vueltas, pero nunca nos decidíamos.
Este verano dijimos ahora o nunca y hemos tenido la gran suerte de encontrar el local perfecto y unos arrendadores cómplices», señala Muñoz, que ha montado un local a su gusto, donde tomar un buen brunch o degustar bebidas calientes del sudeste asiático. «El coronavirus nos está enseñando muchas cosas. Tenemos que aprender de ellas en positivo».
Un negocio más modesto, pero con personalidad, ha abierto Nicolás García en el casc antic de Palma. La pandemia le pilló buscando local y montando la carta para una empresaria que quería abrir un restaurante en Palma. El proyecto no se materializó y en lugar de lamerse las heridas, optó por emprender él solo con la pizzería Piccolo. Buscó un local pequeño, céntrico y con un contrato en buenas condiciones, «algo imposible hace solo unos meses», apuntilla el cocinero, que estudió hostelería y ha trabajado toda su vida en una cocina o detrás de la barra de un bar.
«Las crisis van y vienen y uno tiene que saber aprovechar las oportunidades. Montar un negocio en Palma estaba al alcance de muy pocos hasta ahora. Y si funcionan, como hace el mío, hay que hacer que dure, mimando el producto y a los clientes. Y entendiendo que ‘no eres una isla'. Si hay negocios a tu alrededor, no creas que son la competencia, sino una herramienta para que el tuyo gane más clientes», recalca el pizzero.
2 comentarios
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Hay que animar y ayudar a todos los emprendedores.
Se ven muchas bocas sin mascarilla sobre las mesas y útiles de preparar la comida.