Cada jueves los usuarios de este servicio se reúnen en la pequeña playa situada frente al hospital donde, con el apoyo de un equipo interdisciplinar, tienen la oportunidad de practicar deportes como el kayak o el paddle surf. «Es una forma de salir de la rehabilitación convencional, no pasar tanto tiempo en el gimnasio, con actividades más dinámicas que proporcionan beneficios físicos, emocionales y sociales», explicó Xisca Massip, coordinadora de PROA.
Autonomía y bienestar
Con sus distintos proyectos y talleres, PROA pretende mejorar las funcionalidad de la vida cotidiana de sus usuarios para conseguir su plena participación en la vida familiar y comunitaria. Además promociona un estilo de vida saludable que mejore su calidad de vida y bienestar general.
«A nivel físico es positivo para recuperar la movilidad y, a nivel psicológico, nos ayuda a sentirnos mejor con nosotros mismos», expresó Jose Abreu, un joven de 35 años que, a causa de una malformación arteriovenosa, ha sufrido tres ictus. «Es agradable salir al aire libre y hacer algo diferente», concluyó Abreu.
«Trabajan el equilibrio o la coordinación; ponerse de pie sobre la tabla de paddle surf es espectacular, un ejercicio muy exigente para ellos. Además su progreso les resulta gratificante, acaban muy contentos», explicó Esperança Perelló, fisioterapeuta de PROA quien, junto a Guillermo Morey y Noelia Luna, dirigen la actividad.
«Esto no palia el dolor, pero otorga una sensación de bienestar y, durante un rato, olvidas tus dolencias. Cada semana asisto varias veces a rehabiltación con PROA; su calidad profesional y humana logra que me sienta mucho mejor», afirmó Catalina Perelló, una mujer de 66 años con paraplejia desde hace cuatro años, a raíz de una embolización de un tumor de la médula espinal.
Socialización
Algunos usuarios destacan el servicio por su vertiente social: «Estoy contento y agradecido. Mejoras a nivel físico y mental y además haces amigos. Es mucho mejor que quedarse solo en casa», explicó Joan Gili, un hombre de 42 años que padece la enfermedad de Huntington.
«Haces un deporte colectivo, estás con más gente. Aquí no pasa tanto, pero cada martes jugamos partidos de básket en la fundación y hay gente que solo tiene eso; si se lo quitas se desmotivan mucho», explicó el joven FrancoLotterio, de 26 años, operado dos años atrás de un cavernoma cerebral.
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