La pandemia y los confinamientos no han hecho más que agudizar el buen momento que está viviendo este sector del ocio
Los juegos de mesa han sido durante la pandemia un lugar de encuentro para las familias y a la vez de desconexión de lo digital. Una manera de pasar las horas en compañía y regresar al mundo analógico. | EMILIO QUEIROLO/LAURA BECERRA
Cuando pensamos en juegos de mesa probablemente nos vengan a la cabeza los juegos que alguna vez hemos compartido con familia o amigos: Monopoly, Pictionary, Trivial Pursuit, Uno, Cluedo, parchís, oca... Si uno dejó de jugar en su momento y ahora se asoma a este mundo, encontrará que se ha convertido en un universo tan vasto que es imposible de explorar en una sola vida. Y es que los juegos de mesa viven una nueva edad de oro. La pandemia y el confinamiento no han hecho más que agudizar el buen momento que está viviendo este sector del ocio (durante 2020, los juegos de mesa aumentaron sus ventas en un 18 por ciento). De esta bonanza no solo se han beneficiado los juegos tradicionales, los que conocemos de toda la vida, como ¿Quién es quién?, Operación o los ya mencionados, sino los llamados juegos de mesa modernos, que se han convertido en una poderosa industria a nivel internacional, a pesar de que estamos hablando, en números totales, de una afición todavía muy minoritaria.
El jugador de mesa moderno exige ahora mucho más que tirar unos dados y avanzar unas casillas. Pide que le cuenten una historia, colaborar con el resto de jugadores en la consecución de unos objetivos, pero sobre todo, que el juego le permita tomar decisiones que cambien el curso de la partida para sentirse el protagonista de algo. Estos juegos de mesa modernos pueden ir de lo más sencillo, una rápida partida de cartas, como a sesudas sesiones de 5 o 6 horas en torno a una mesa. En Virus, sencillo juego de cartas obra de tres españoles (Domingo Cabrero, Carlos López y Santi Santisteban), que lleva dos años siendo el juego más vendido del año, intentamos conseguir jugar cuatro cartas de órganos sanos antes de que los otros jugadores nos los infecten, roben o intercambien.
En Aventureros al Tren competimos con el resto de jugadores para trazar líneas de ferrocarril alrededor del continente o país elegido (hay ediciones con el tablero de Europa, Estados Unidos, India, Francia...) En Catán, uno de los juegos modernos más conocidos fuera del nicho, los jugadores tratan de colonizar una isla rica en recursos naturales construyendo pueblos, estableciendo rutas comerciales, etc. En Sagrada, intentamos recrear vitrales modernistas combinando dados de colores en base a un patrón dado. Wingspan, uno de los últimos superventas, nos propone convertimos en ornitólogos dispuestos a tener en su pajarería la mejor muestra de aves.
Más allá de este nivel de juegos, accesible a todo tipo de jugadores y que se abren paso entre lo popular, tenemos otro mundo aparte, el de los aficionados duros, en el que las mecánicas pueden ser más enrevesadas y las partidas más largas. Juegos más exigentes, sí, pero también más satisfactorios una vez inmersos en su dinámica. Son juegos como Nemesis, inspirado en Alien, donde debemos sobrevivir en una nave espacial a una forma de vida intrusa que quiere eliminarnos, o Pandemic, el juego que con el coronavirus conoció un tremendo repunte de ventas, en el que encarnamos a una serie de diferentes tipos de científicos y técnicos encargados de aplacar unas enfermedades víricas que se extienden por todo el planeta (¿les suena? El juego es de 2007). En el reciente Suspects, los jugadores encarnan a Claire Harper, una detective que en la más pura línea de Ms. Marple tendrá que resolver asesinatos ambientados en la década de 1930.
Estos son solo algunos ejemplos del infinito abanico que ofrecen los juegos de mesa modernos. En ellos, una de las cosas que más atraen a sus aficionados es el poder de desplegar una narrativa que les involucre, y que cree momentos tanto épicos como cómicos (malas tiradas de dados, catastróficas pérdidas, victorias al límite...). Quizá esa necesidad de que nos cuenten una historia sea el motivo por el que estos juegos se emparentan claramente con la literatura o el cine, solo que, como en los videojuegos, quien los consume se ve en la piel del protagonista.
Los juegos de mesa modernos han entrado fuerte en el mercado y de ser un sector muy especializado (friki, dirían algunos) poco a poco van abriéndose al público general. Nótese que, según el informe Estado del Mercado de Juegos de Mesa en España 2020 (Guinot y Moreno, 2020), el 77 por ciento de las editoriales en España se han creado en los últimos diez años. Solo en España, el año pasado se publicaron 398 títulos nuevos a pesar de la crisis COVID-19, y los números solo siguen ascendiendo. En Palma, tenemos establecimientos especializados o librerías que han diversificado su oferta y apostado muy fuerte por estos productos, como Gotham Comics.
‘Quedada' para jugar
Con siete años de vida, Ludicón, ubicado en la calle Marqués de la Fontsanta, cuenta con una fiel clientela amante de los juegos de mesa. «Tenemos los que ya se consideran casi unos clásicos como Catán, Carcassonne o Aventureros al Tren y estos sirven de puerta de entrada a otros con estilos y mecánicas diferentes a los que salen en la televisión», explica Pedro Forteza, propietario. Los sábados, tanto por la mañana como por la tarde, es cuando más aficionados se juntan. Otro juego que cuenta con una gran aceptación es Virus. «Se trata de un juego tipo 1, que significa que es rápido, fácil y donde los jugadores ‘se putean' unos a otros». En cuanto a la edad de los jugadores, Pedro añade: «Lo cierto es que viene gente joven pero también de mediana edad, muy variada».
Diego Perero Chavarría es el encargado de Café Al vent del món, también en la calle Marqués de la Fontsanta, abierto por sus padres hace 25 años y donde ha trabajado desde entonces toda la familia. «Desde un primer momento, aquí se jugó mucho al ajedrez. De hecho se han dado muchas clases y con nuestro propio club, aunque todo esto se ha visto parado por la pandemia», explica. «Tenemos los juegos clásicos entre los clásicos. Además del ajedrez, damas, parchís, la oca, Scrabble, Monopoly. Y luego vamos comprando los más modernos según las peticiones que nos hacen nuestros clientes». Este local se ha caracterizado, además, por ofrecer una gran vida cultural, en la que no han faltado exposiciones, teatro, música en vivo... Sin duda, los juegos de mesa han venido para quedarse.
Los vendedores de juegos de mesa constatan el aumento de estos productos a raíz del confinamiento. Desde entonces, la tendencia se ha mantenido, incluso aumentado. Algunas empresas del sector confiesan un incremento de un 40 por ciento con respecto a 2019. Lourdes Albertí y su marido, José Antonio, regentan desde hace años The Good Friki, una tienda, con servicio de bar, de Palma, especializada en juegos de mesa para niños y adultos. Los propietarios destacan que los cinco juegos más vendidos son Catán, Virus, el juego de cartas Hasta Donde Puedas (HDP), Black Stories o Sí, Señor Oscuro. «De algunos de estos nos quedamos sin stock durante todo el año, y otros se agotaron en Navidades», indica Albertí. Así, en una sola semana, la tienda vendió la veintena de unidades de Catán de que disponía. En cuanto al juego HDP, «cada dos semanas me quedo sin provisión», destaca la propietaria. Los juegos para divertirse en familia son el producto estrella desde la pandemia. Es lo que consideran diversas empresas tras valorar las ventas del último año. Desde El Corte Inglés constatan el regreso de juegos como la decena de adaptaciones del Monopoly o el Risk apto para menores. También la llegada de nuevos juegos nunca antes vistos en tienda, como Sequence. «Ahora vemos más juegos de mesa para disfrutar en familia; es la respuesta que han tenido durante la pandemia los padres para que sus hijos no pasaran mucho rato frente a las pantallas».
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