Sibila da un salto frente a la Seu de Mallorca llamando la atención del turista. | Leonardo Cóndor

TW
0

Leonardo Cóndor, ecuatoriano, de Quito, que emigró a Mallorca con su familia en 2001, que estuvo sin papeles durante unos años, que tras terminar los estudios tuvo que buscarse la vida a través de distintos trabajos, es, hoy, un fotógrafo, cuando menos, genuino, por tanto diferente, tanto en cuanto al concepto como a la forma de sus trabajos, todo gracias al autoaprendizaje continuo. No ha estudiado fotografía, ni sigue ninguna tendencia, solo hace lo que su instinto, tras haber hablado con el personaje a fotografiar, le dicta. Y… pues he ahí algunos de sus trabajos.

Naturalmente, llegar hasta este punto no ha sido fácil. Primero, porque cuando aún estaba lejos de la fotografía, como inmigrante, tuvo que aceptar los peores y más mal pagados trabajos, «y había veces que ni me pagaban, como cuando trabajé en una cantera, donde no me dieron ni un céntimo. Luego, más adelante, como albañil y camarero empecé a cobrar lo justo…».

Leonardo, con una simple cámara, llega a hacer fotos increíbles.

Hacía miles de fotos

Por aquellos años conocería a la que hoy es su novia, una joven polaca que había venido a estudiar Filología Hispánica, y que le invitó a irse con ella a Polonia, «cosa que hice, pero allí, con temperaturas bajo cero, con un idioma muy difícil de aprender y sin amigos, me pasaba mucho tiempo solo, hasta que un día cogí una cámara muy sencilla de fotografiar de mi padre, que me llevé a ese viaje, y me puse a hacer fotos de todo lo que me llamaba la atención. Hacía cientos de fotos, miles, lo cual hizo que fuera adquiriendo un estilo y, naturalmente, una mejoría. Y es que es normal que eso sucediera, pues no hacía otra cosa». Regresaron a Mallorca y él siguió haciendo fotos, sin ir a ninguna academia, ni pedirle a un fotógrafo que le diera clases. Todo lo seguía haciendo él, dejándose llevar por su intuición, lo que le permitía descubrir escenarios, situaciones, posturas nuevas… «En unas vacaciones, mi novia y yo fuimos a Bali, un lugar espectacular para hacer fotografías. Para ese viaje me compré la Canon 77D».

Ella es Hana, en una postura difícil de perfil dentro de una bañera: una sola pierna, un solo brazo.

Decide hacer desnudos

Regresó tan entusiasmado, y seguro de que la fotografía iba a ser su modus vivendi, que vendió su coche, dejó su trabajo en una carpintería, y con el dinero que le quedaba, y la ayuda de su chica, y sobre todo creyendo en sí mismo, no paró de fotografiar cualquier cosa, «hasta que decido hacer desnudos, primero con mi chica, y luego con mujeres y hombres. Desnudos distintos, tanto por la colocación de los cuerpos, como el entorno en que los ubico… Y entonces me doy cuenta de que gustan, por lo que me encargan trabajos, más mujeres que hombres –matiza–, para que les fotografíe desnudos. Incluso hay hombres que pagan un bono de fotos que regalan a su mujer por su cumpleaños…. Con el dinero que gané con los primeros trabajos que me encargaron, compré la Canon R6, aunque sigo usando el mismo objetivo, un 24-105».

Muchos llegan con la idea de cómo quieren la foto tras haber visto las que hace, «pero no siempre el personaje, por sus características, sobre todo, puede posar como la chica de la bañera, por ejemplo, que es como a él/ella le gusta. Yo no le digo que no, sino que le hago esa foto pero también le hago otras, en otras posturas, con otros fondos, entre las que, ¡seguro!, habrá alguna que le gustará más que la de la bañera. Porque yo no le mando dos o tres fotos, sino que le envío veinte, treinta… Puede que más. Y se las mando por internet, de alta calidad, para que él/ella le dé el tamaño que más le guste…».

Diana, en blanco y negro, desnuda, en caída libre, melena al viento, iluminada por la luz del techo.

Cualquiera puede ser modelo

Naturalmente, entre el cliente y él ha de haber una compenetración y una confianza mutua, «para lo cual, si no le/la conozco, nos tomamos un café, y hablamos durante un rato. Luego comenzamos la sesión, sin prisas… A fin de que se sienta cómodo para que vaya soltándose, le voy haciendo… Puede que a las cien primeras ni las mire… Porque a partir de ahí, más o menos, es cuando la compenetración entre ambos es buena, cuando él/ella posa olvidándose de que tiene un fotógrafo delante…. Yo le voy diciendo lo que vamos a ir haciendo y él/ella se deja hasta que consigo lo que pienso que es la foto que le va a gustar viéndose en ella identificada plenamente, foto que nada tiene que ver con la que ella había propuesto al principio». Leonardo tiene algunas de sus fotos en la galería RED, de Palma, donde pronto, posiblemente te, presentará una muestra y… De verdad que son trabajos sensacionales, únicos, todos con su sello, personal e intransferible, pues metes una de sus fotos entre mil y la ves enseguida.

Mientras tanto, no para de trabajar…

¿Y es muy caro tener una foto suya…? Por una sesión, en la que pueden salir 30 o 40 fotos, que el cliente recibe por internet, cobra unos 250 euros. Una foto que no es para ponerla en el álbum, sino en el dormitorio, o en cualquier lugar de la casa que al dueño le apetezca. Para Leonardo, todos los clientes son buenos. «Hay señoras de cincuenta años, incluso más, que desnudas, dejándose llevar, dan unas fotos sensacionales, aunque, sin duda, los mejores modelos son los bailarines, ya que son personas acostumbradas a mover su cuerpo a su antojo…. Pero, de verdad, cualquier persona puede ser un buen modelo».