«De la espalda me extrajeron el músculo dorsal y me lo pusieron en el lugar donde estaba el pecho. También me hicieron una breve liposucción». Pero luego vino lo peor. La quimio. Diez sesiones. «Las primeras fueron las peores. Muy fuertes. Me dejaban hecha polvo y muy debilitada, tanto que mi hijo me daba de comer… ¡Es que ni siquiera podía levantar un tenedor con un trozo de tortilla francesa y llevármelo a la boca! Menos mal que tenía a mi hijo, que lo dejó todo por estar a mi lado. También doy las gracias a mi familia y amigos, entre ellos al deportista, Luis Vidal, experto en nutrición, que me marcó una dieta que me ha venido muy bien… Y por supuesto, vaya también mi agradecimiento a la Asociación contra el cáncer. A todos, muchas gracias por estar pendientes de mí».
Economía precaria
Su hijo, Aitor, de 22 años, que estudia una FP de Deportes, y que trabajaba hasta que apareció la COVID-19, no la dejó ni un momento. «Renunció a todo por mí –dice Carmen, emocionada–, por lo cual me siento muy orgullosa de él». Hasta que le diagnosticaron la enfermedad, Carmen, que está separada, trabajaba en lavanderías, pero con la llegada de la COVID-19 se quedó sin trabajo, por lo que pidió la paga de ayuda familiar de 426 euros, que le concedieron, pero que se le terminó en octubre… Pero como enfermó de cáncer, «solicité incapacidad temporal, aportando toda la documentación que me pidieron, así como la médica derivada de mi estado, pero me la negaron, todo porque para el tribunal médico estaba apta para el trabajo… Es decir, recién operada de un cáncer de alto riesgo y muy agresivo, y encima poniéndote quimio, que te digan que estás apta para el trabajo… ¡Es que flipé! Porque encima me quedé sin ingresos de ningún tipo. Menos mal que ahí estuvieron la familia y los amigos… Pero lo que más me indignó fue que mi estado me obligaba a llevar un sujetador y una faja ortopédica, que cuesta unos 500 euros, y que tuve que pagar yo, ya que ni el Ministerio de Sanidad, ni la Conselleria de Salut de Balears, te ayudan. Nada, ni un céntimo de euro… ¡Qué vergüenza!, ¿no? Luego los políticos que mandan van y te hablan de que si dan ayudas… ¡Nada! Una vergüenza y una falta de solidaridad… Hablan, prometen, pero no cumplen». Ante esta situación, sin ingresos y con gastos, Carmen solicitó una ayuda que le han concedido… ¡Por seis meses! Luego, otra vez, nada… Volver a empezar…
Algunas secuelas
«Afortunadamente –señala– en Son Espases me han tratado, y me tratan, muy bien. Ningún retraso en las revisiones periódicas… Por ello, no tengo palabras para agradecer a médicos, enfermeros y demás personal que trabaja allí el trato que estoy recibiendo». Pese a que aún le quedan dos meses de quimio, «la llevo mucho mejor. Y como los médicos me han recomendado que ejercite el brazo y la espalda, he vuelto al gimnasio para hacer esos ejercicios, pero de forma muy suave, sin esforzarme mucho, encontrándome cada vez mejor…». Naturalmente, el cáncer le ha dejado ciertas secuelas que nota, por ejemplo, en que ha perdido cierta movilidad en el brazo, que siente algo de debilidad en las piernas y bastante sensibilidad en el pecho… «¡Pero es que estamos hablando de un cáncer!»
Recomendaciones
Por ello, Carmen recomendaría a cualquier mujer que le diagnostiquen un cáncer de mama que, ante todo, se ponga tranquila, que siga todas las pautas que le dicten los médicos… Pero que, sobre todo, luche pensando siempre que lo va a vencer. Y que ría, y que llore lo que le venga en gana... Que no se contenga... Que haga lo que le pida el cuerpo… Que habrá días peores, pero que estos cederán con la mejoría que irán notando… «Y si encima tienen a su lado un hijo como el mío, ¡mucho mejor!».
Lo que más nos admira de ella es que, además de los problemas que conlleva una enfermedad como esta, le haya sabido plantar cara, no solo al cáncer, sino también a lo que la Administración le ha planteado. Nos referimos a lo de que está en condiciones de trabajar, como le dijeron cuando pidió una minusvalía, una respuesta que le hizo llorar de impotencia y rabia, pero ante la que supo reaccionar y levantarse. Y lo de que tuvo que comprarse sujetador y una faja, fundamentales para su recuperación, también la indignó… Pero también se levantó. «Y es que como digo, en unas circunstancias como estas, has de sacar fuerzas de donde puedas y pensar que te vas a curar».
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Con los años uno aprende a que “haber tenido cáncer” no significa que volverás a tenerlo. Con los años y con ayuda. Y si vuelve, a por todas.