El Norway fue el canto del cisne de los grandes transatlánticos y durante años rivalizó en lujo y dimensiones con el famoso Queen Elizabeth 2. Una pugna que comenzó ya en los años 60 cuando todavía era el France y con sus 30 nudos de velocidad de crucero y 35 de máxima, aventajaba al británico en rapidez. No en vano poseía cuatro enormes hélices en lugar de dos. Auténtico buque de Estado presentado por el propio general y presidente francés Charles de Gaulle, que ofreció un patriótico discurso el día de su botadura, fue a su vez un icono del diseño, acentuado por sus chimeneas aerodinámicas y sus elegantes interiores, que acogieron desfiles de los modistos de París. Dividido en dos clases, podía alojar a dos mil pasajeros, una cifra muy inferior a los masificados cruceros actuales. El France realizó dos vueltas al mundo para turistas millonarios y alojó a muchos célebres artistas, estrellas de la pantalla y estadistas. En su primer año de servicio acogió a bordo al célebre cuadro de la Mona Lisa, en su gira por los EEUU.
Crisis del petróleo
Eran los últimos años del glamur en el mar, antes de la crisis económica de 1973 y sus devastadoras consecuencias. Así, afectada su explotación subvencionado por el Estado, el precio del petróleo y la competencia de las líneas aéreas, Francia decidió retirarlo del servicio con apenas 12 años. Hasta que en 1979 fue adquirido por la firma noruega Norwegian Cruise Line y con el nombre de Norway convertido en el buque más grande de cruceros desde 1980 hasta 1996. Su tonelaje se incrementó de las 66.343 toneladas a más de 76.000 con las nuevas suites añadidas. Sus visitas a Palma por aquel entonces marcaron una época, ya que representaba junto al QE2 el fin de una era, ya adaptado a un mundo distinto. El paquebote atlántico convertido en crucero caribeño navegó hasta 2003, cuando la explosión en una de sus calderas precipitó su final. Y en 2008 fue finalmente desguazado en la India con su último nombre de Blue Lady.
Del lujoso France/Norway restan las grandes letras luminosas que ostentaban el nombre en su cubierta superior y la punta de la proa, que regresó a Francia. Una canción de Michel Sardou, Le France compuesta con ocasión de su prematura retirada del servicio, aún parece resonar antes los cascotes de la antigua terminal de pasajeros de Le Havre, recientemente demolida. Pero su estilizada e irrepetible línea siempre será recordada en Palma, en contraste con los cruceros actuales.
1 comentario
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Cuando los transanlánticos eran bonitos y no manzanas de apartamentos con un lateral que hace de proa un poco afilada.