Cristina Reznick, ucraniana, vive en Mallorca con la mente puesta en su pais.

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Noches atrás estuvimos en Las Tardes del Cristal apoyando el proyecto Solidart, puesto en marcha por el artista Max Cartrell, apoyado incondicionalmente por Patricia Chinchilla, y que ha reunido a cincuenta y tantos artistas, entre pintores, escultores y fotógrafos, que a partir de hoy, lunes, expondrán sus obras donadas en la Fundació Sa Nostra, a fin de que sean subastadas en una subasta silenciosa, en el sentido de que en cada obra habrá un papel en el que el asistente al acto podrá, a partir de cien euros, que es el precio de salida, pujar por la que más le guste. Y en el caso de que su preferida ya haya sido pujada, puede pujar por ella con cien euros más. Y así todas. Y puede hacerlo desde hoy hasta el próximo jueves. Arte al mejor precio por una causa solidaria con un pueblo, Ucrania, que se defiende numantinamente ante un enemigo infinitamente superior, pero al que sorprende a base de valor, guerrillas y emboscadas, o lo que es lo mismo, con fuerza, coraje y patriotismo plantan cara al gigante invasor, que destruye y mata a todo y a quien encuentra a su paso, incluso a mujeres y niños que tratan de alcanzar las fronteras, a pesar de que Putin diga que no es cierto.

La primera que cayó

Durante la emisión del programa se habló en directo con Raúl, perteneciente a Bombers de Mallorca, que regresaban a la Isla tras haber dejado comida en la frontera con Polonia, trayéndose desde allí alrededor de ochenta refugiados ucranianos. Raúl contó la situación en que se encontraban, como había sido el camino recorrido hasta Lyon, que era desde donde hablaba vía móvil, y lo que habían dejado atrás, que pese a al esfuerzo de su grupo, y al de otros voluntarios procedentes de Mallorca y de cualquier punto de Europa, era mucho todavía. Allí se quedaban, sobre todo, los viejos, la gente mayor, que cedían sus asientos en las caravanas a las mujeres y a los niños. «Daba pena verlos y dejarlos allí, en aquel barracón, solos, esperando no sé qué… Ellos son las víctimas de esta guerra».
Entre los tertulianos del programa, que desde el bar Cristal dirige Manolo, se encontraba una joven ucraniana, Cristina Reznick, de Melitopol, ciudad tomada por los rusos el primer día de la invasión.

«Fue en la madrugada del 24 de febrero cuando comenzaron los bombardeos. Lo primero que hicieron fue destruir el aeropuerto y apoderarse de la radio y televisión, que empezó a emitir en ruso, como si la ciudad fuera rusa, amenazando, además, a todos los ciudadanos que si los ucranianos intentaban entrar, destruirían la ciudad, a la que dejaron sin luz, Internet, y en la que empezaron a escasear los alimentos. Y allí se quedaron mi madre y mi hermana de 15 años. Porque mi otra hermana, de 19 años, que estaba en otra ciudad, Dnipro, pudo salir y está ahora aquí, en mi casa, que pese a ser muy pequeña, nos apañamos. Como yo por la noche cuido enfermos en sus domicilios, ella puede dormir en mi cama, que ocupo yo cuando llego por la mañana. Y si algún día no trabajo… Pues dormimos las dos juntas, apretadas. Pero lo importante es que ella está aquí…».

En cuanto a su madre y otra hermana, «lograron salir esquivando los tiros de los rusos, y llegaron a la frontera polaca. De ahí fueron a Varsovia, y con 500 euros volaron de ahí a Barcelona, pasando por Zurich. Se ha quedado en Barcelona unos días, en casa de una familia de acogida hasta que pueda encontrar sitio para ellas en Palma».

Cristina, que aunque ahora cuide ancianos, es maestra de niños hasta seis años, y que como tal se trasladó a Barcelona hace tres. «Pero al finalizar mi contrato, en 2021, me vine aquí, porque me ofrecieron cuidar gente mayor. Pero mi idea, para más adelante, cuando todo se normalice, es hacerme autónoma para abrir un pequeño negocio en Palma… Hacer picnics, fiestas de cumpleaños, despedidas de soltero… Aunque ahora debo seguir en lo que estoy, y ayudar como voluntaria a la Asociación de Ayuda a Ucrania y a la Familia Ucraniana, a través de las cuales mandamos comida y ropa a la frontera con Polonia. También hago de intérprete a las familias ucranianas que han llegado con mascotas cuando las llevan a la consulta del doctor Ramón García, mascotas que son vacunadas contra la rabia y parásitos y se les da el pasaporte internacional».

¡No a la rusofobia!

En cuanto a la situación de Ucrania, Cristina la ve complicada, «y más cuando los rusos no miran a quien disparan, pues les da lo mismo hacerlo contra soldados que contra civiles», dice, mostrándonos dos fotografías (fotos superiores, derecha) en las que se ve una madre, «amiga de una amiga mía», matiza, con su hijo, en el interior de su coche, en cuyos cristales se aprecian los impactos de las balas. La mirada de ambos lo dicen todo». Cristina habla ruso y ucraniano perfectamente. «El otro día, con unas amigas, hablábamos ruso, y uno que nos oyó nos miró mal… Y es que, según parece, hay cierta rusofobia, con la que no estoy de acuerdo, pues no todos los rusos están a favor de Putin. Pero sí me gustaría que estos se manifestaran con nosotros. Que hicieran como aquella chica que apareció en la tele con un cartel contra Putin, o que acudieran a nuestras manifestaciones. Porque una cosa es decir que están en contra de esa guerra, y otra es manifestarse con nosotros».

En su móvil lleva vídeos y fotos de la tragedia que le envían gente de su país, y que visionamos rápidamente. Nos llaman la atención unas imágenes en las que se ven a varios hombres cavando una fosa. «Es muy habitual, pues cada vez hay más muertos en las calles, que los ciudadanos, dado que los servicios funerarios no dan abasto, han de enterrar, ya que de lo contrario pueden descomponerse, o ser comidos por los perros. Es más, los perros que se han acostumbrado al olor de los muertos, atacan a los ciudadanos que los entierran».

Si en una ocasión pensó en dejar lo que hacía en Palma, regresar a Ucrania y alistarse en el Ejército, o bien ser voluntaria para lo que le ordenasen, finalmente decidió quedarse aquí, «porque desde aquí también se puede ayudar mucho, ya bien a través de la Iglesia ucraniana, ya bien a través de distintas asociaciones. Por otra parte, al estar aquí, ha sido posible que mi madre y hermanas y otras personas vengan, pues saben que encontrarán la paz y que serán bien recibidas». Por último, nos dice que la OTAN tendría que cerrar el espacio aéreo de su país «y así los rusos no nos podrían bombardear desde el cielo. Que lo cierren ¡por favor!, que por tierra nos sabemos defender».