Antiguamente los baños hammam eran lugares de encuentro, reflexión y purificación, quizá porque al entrar uno percibía esa atmósfera entre mística y misteriosa. Es agradable constatar que, siglos después, conservan su esencia ancestral. «Nuestro centro en Palma tiene una arquitectura más contemporánea y sofisticada, con detalles modernistas, pero la experiencia que se vive dentro es la misma que se podía sentir antiguamente. Buscamos que quien entre encuentre un momento de confort y salga purificado, sensaciones rescatadas de los antiguos hammam, pero en el siglo XXI», detalla Cristina Ferrer, Directora Comercial de Hammam Al Ándalus.
Casi todas las culturas han hecho uso del agua no solo con fines higiénicos, sino también sociales, religiosos o para alcanzar el bienestar. En ese sentido, la cultura musulmana es una de las que mejor ha sabido aprovechar el agua a su alrededor. Desde el uso de las fuentes para crear efectos sonoros que inducen a la relajación y el deleite, como en la arquitectura andalusí, hasta el uso del agua como purificadora de cuerpo y espíritu. En consecuencia, tomaron la idea de las termas romanas y la adaptaron, de forma magistral, a sus costumbres y necesidades, creando los hamman.
La ruta del ‘viajero'
Le preguntamos a nuestra interlocutora por el circuito que nos brinda el hammam. «Aquí no hay un circuito, no somos un spa, de hecho nos alejamos de ese concepto». La ‘experiencia hammam' comprende tres piscinas, una de agua fría, otra caliente y otra templada, y cada cliente, al que llaman «viajero», hace uso de ellas a su antojo. «Puede utilizar la piscina que desee según su conveniencia, aunque lo lógico es hacer primero un baño en la caliente, luego la templada y, finalmente, la fría». A continuación, es el turno de la sala de vapor, el llamado baño hammam.
Esta experiencia puede complementarse con gran variedad de servicios, «algunos tradicionales heredados de épocas musulmanas». Uno que resulta tan relajante como reconstituyente consiste en «una limpieza de la piel mediante un guante de algodón natural, se aplica con un jabón negro de cosmética ecológica con propiedades exfoliantes, hidratantes y nutritivas. Este proceso se realiza sobre una piedra caliente de mármol, cuando se acaba se retira el jabón con agua caliente y si el ‘viajero' lo desea puede hacerse un masaje».
Bienestar y purificación son dos conceptos apegados al hammam, pero no habría que perder de vista su auténtica esencia: erradicar el estrés. Sus propiedades son mano de santo, en especial para quienes viven en la ciudad y están sometidos a continuas idas y venidas. «En efecto, piense que lo que quiere el ‘viajero' cuando entra aquí es bajar el nivel de estrés. Y el hammam genera una serie de respuestas en la piel que favorecen esa sensación», pondera Ferrer, consciente de hablar con propiedad, no en vano «tenemos una cátedra de salud y bienestar de I+D en la Universidad de Granada». En cuanto al target de su clientela, pese a ser variado, se centra especialmente en «mujeres residentes que normalmente suelen venir en pareja o con alguna amiga, pero también solas. Es un momento de relax e introspección, un momento para encontrarte a ti mismo, y valorar mucho esa quietud de disfrutar una experiencia de manera individual», concluye.
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