Escribano lo tiene claro: «Si doy es porque sé que, después, Dios me lo devuelve». | Click

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Javier Escribano es un tipo joven, extrovertido y con una forma muy peculiar de ver tanto los negocios como el mundo. Hoy es el líder del Grupo Escribano y fundador y presidente de la Fundación Escribano. Pero, ¿cómo llegó hasta ahí…?

De friegaplatos a pintar pisos

Nacido en Barcelona, vive en Palma desde que tenía tres años. Hijo de familia humilde, reconoce que no fue buen alumno sino todo lo contrario, «pues no tengo ni el graduado escolar. Eso sí, no fui buen estudiante, pero tampoco mala persona». Así que, a nada que pudo, se puso a trabajar. «En 1998, trabajaba en el Hotel Son Vida como friegaplatos, unos días de ocho de la mañana a cuatro de la tarde, y otros de cuatro a medianoche. Ganaba… Pues no mucho, pero lo justo por mi trabajo… Hasta que un buen día se me ocurrió una idea: establecerme por mi cuenta. ¿Cómo? Pintando casas. Reconozco que no tenía ni idea de este oficio, ni cómo me podía dar a conocer para que me hicieran encargos. ¿Que qué hice…? Pegué cartelitos en las farolas del centro de Palma ofreciendo mis servicios como pintor. Ese fue mi primer paso. El segundo era el de aprender, cosa que hice donde compraba las pinturas. ¿Cómo lo hago?, le preguntaba al empleado que me atendía, y él me lo explicaba, mientras yo tomaba nota, y a base de práctica cada día veía que mejoraba. Así que me puse a pintar, poco a poco. Pintaba sábados y domingos, y pintaba, no por dinero, sino para aprender y por labrarme un porvenir. ¿Qué cuánto cobraba por piso? Alrededor de 50.000 pesetas, la mitad de lo que me pagaban cada mes en el hotel. Y como solía pintar unos tres cada mes, pues eche cuentas…».

De pintor de pisos a empresario

Escribano, en 2014, a consta de trabajar duro, pintando pisos y casas, había dado un paso gigante, convirtiéndose en un empresario que no solo ganaba dinero sino que daba trabajo a otros. «Y si me fue bien la cosa, el mérito lo tiene la suerte y el trabajo, fundamentales a la hora de alcanzar algún objetivo. Y una vez que lo has conseguido, compartir la suerte con los demás. No quererlo todo para ti, sino dejar algo para los que no tienen nada. Trabajando y pensando de esta manera, he logrado tener un gran patrimonio, porque la pintura trajo la posibilidad de poder invertir, cosa que hice, pero siempre compartiendo la suerte con los demás. Y así nació la Fundación Escribano»

Le preguntamos si nos puede desvelar cómo se hizo con tal patrimonio inmobiliario, y… «Sencillamente, invirtiendo las ganancias en comprar inmuebles, a los que arreglamos, pintamos y los ponemos en alquiler. Eso sí, puedo hacer eso porque me he sabido rodear de los mejores. Y también porque desde el primer momento he estado convencido de que nada es imposible, y porque con ilusión y constancia, logras lo que te propones. Y si estás rodeado de buena gente, de los mejores, consigues más de lo que te propones. Y una vez que llegué a este punto, creé la Fundación Escribano, a día de hoy, con proyectos en muchos lugares del mundo –y lo dice a la vez que nos los muestra a través de la tablet, que va con él a todas partes–. Proyectos en Zanzíbar, donde tenemos un colegio con niños apadrinados por nosotros a razón de 20 euros por niño, con los que paga el alquiler de donde vive, el colegio y el profesor, casas en el Congo, viviendas en Filipinas, Bolivia, Senegal, Tanzania, Rusia… Siempre pensando en los más débiles, en los huérfanos, en quien no tiene nada… ¿Mucho dinero…? ¡Qué quieres que te diga…! Mira –echa de nuevo mano de la tablet–, en 2022, cuando, entre otras acciones en los países que he mencionado, llevamos comida a los ucranianos, no dejándola en la frontera, como muchos, sino entrando en Ucrania, gastamos en la Fundación 48.946,20 euros. Y en este año llevamos gastados 38.000 euros. Mucho dinero… Bueno, ¿y qué?», expresa Escribano, que tiene claro que toda buena acción tiene también su recompensa. «Lo que das, luego Dios te lo devuelve. Además, lo importante no es ganar dinero lícitamente, sino saber lo que haces con lo que ganas. Y yo sé que parte de mis ganancias han de ir a parar a quiénes no tienen nada. Por eso estamos preparando la campaña de juguetes y ropa para los hijos de familias que carecen de recursos, sin olvidar que, una vez al mes, hay que llevarles comida a los abuelos que viven solos, y hacerles compañía durante un largo rato, que es lo que más agradecen, pues no tienen a nadie que se lo haga».

Escribano no solo ayuda económicamente, sino que, además, levanta escuelas.

Tenemos entendido que la Fundación Escribano, a la llamada de Eva Siles, creadora de Jóvenes promesas, está apoyando este magnífico proyecto.

«Desde el primer momento –afirma–, y es que la idea que ha tenido Eva es muy buena. Ayudar en los estudios a los jóvenes que por causas diferentes no los han terminado, por lo cual tienen problemas para encontrar trabajo, lo que les deja en la calle, la cual, sin trabajo, no es nada buena. Y enseñarles un oficio con el que conseguirán un empleo una vez que lo hayan aprendido, enseñanza y empleos que corren por cuenta de las empresas que integran dicho proyecto». Por último, Escribano, que lleva un chaleco con el escudo del Mallorca, «a quien también apoyamos», insiste en que con ilusión y constancia nada es imposible... ¡Grande, Javier!